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viernes, 27 de mayo de 2016

Así como por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Dios lo creó todo por el poder de Su Palabra
GÉNESIS: EL REGISTRO REVELADO DE LOS TRATOS Y PROPÓSITOS DE DIOS CON EL HOMBRE
«Es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que es galardonador de los que le buscan.»

Por esto la Sagrada Escritura, que contiene el registro revelado de los tratos y propósitos de Dios con el hombre, empieza con un relato de la creación. «Porque las cosas invisibles de él su eterno poder y divinidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas.»

Cuatro grandes verdades, que inciden en toda la revelación, nos llegan del más temprano relato de la escritura, como los cuatro ríos que brotaban en el jardín de Edén. 
  • La primera verdad es: la creación de todas las cosas por el poder de la palabra de Dios; 
  • la segunda: la descendencia de todos los hombres de nuestros padres comunes, Adán y Eva; 
  • la tercera: nuestra relación con Adán como la cabeza de la raza humana, por medio de quien toda la humanidad fue implicada en su pecado y caída; y 
  • la cuarta: que un descendiente de Adán, pero sin su pecado, debería, por medio del sufrimiento, librarnos de las consecuencias de la caída, y como segundo Adán sería el autor de salvación eterna para todos los que confían en él. A estas cuatro verdades vitales podemos añadir una 
  • quinta, la institución de un día cada siete para ser un día de reposo santo para Dios.

Es prácticamente imposible imaginar un mayor contraste que entre los relatos paganos del origen de todas las cosas y la narrativa bíblica. 

Los primeros están tan colmados de absurdos evidentes que solo pueden ser tenidos como fábulas; mientras que la última es tan sencilla, y no obstante tan llena de majestad, como casi para forzarnos a «adorar e inclinarnos», y a «arrodillarnos ante el Señor nuestro hacedor». 

Y puesto que éste era precisamente el objetivo, y no la instrucción científica, y mucho menos la satisfacción de nuestra curiosidad, debemos esperar encontrar en el primer capítulo de Génesis solamente los rasgos principales de lo acontecido, y no detalles relacionados con la creación. 

En estos detalles hay mucho lugar para la información que la ciencia pueda proporcionar, una vez seleccionado y cribado todo lo que se pueda aprender por el estudio de la tierra y la naturaleza. 

Este momento, no obstante, todavía no ha llegado y, por lo tanto, deberíamos estar en guardia contra las afirmaciones atrevidas y sin garantías que algunas veces han sido defendidas en estos temas. 

La escritura pone ante nosotros la creación sucesiva de todas las cosas, por así decirlo, en una escala ascendente, hasta que llegamos a la del hombre, la cabeza de las obras de Dios, y a quien su hacedor designó como señor de todo. 

Algunos han imaginado que los seis días de la creación representan períodos, más bien que días literales, principalmente sobre la base de la supuesta gran antigüedad de nuestro globo, y los diversos grandes períodos o épocas; cada uno de los cuales terminaban con una gran revolución, por la que parece ser que pasó nuestra tierra, antes de llegar a su estado presente, cuando vino a ser un lugar apto para ser habitado por el hombre. 

No obstante, no es necesario recurrir a tal teoría. 
  • El primer versículo en el libro de Génesis simplemente afirma un hecho general, que «en el principio» (cuando fuera que fuese eso) «creó Dios los cielos y la tierra». Luego, en 
  • el segundo versículo, nos encontramos la tierra descrita en su estado al final de la última gran revolución, anterior al estado actual de las cosas: «y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la superficie del abismo». Un espacio de tiempo casi indefinido, y muchos cambios, podían pues haber tenido lugar entre la creación del cielo y la tierra, como se menciona en el versículo 1, y el estado caótico de nuestra tierra, como se describe en el versículo 2
En cuanto a la fecha exacta de la primera creación, se puede afirmar sin dudar que todavía no tenemos el suficiente conocimiento para llegar a ninguna conclusión realmente digna de confianza.

No obstante es mucho más importante para nosotros saber que Dios «creó todas las cosas por Jesucristo»; y todavía más, que «todo fue creado por medio de Él y para Él», y que «de Él, y por Él, y para Él son todas las cosas». Esto no solo confiere unidad a toda la creación, sino que la coloca en una conexión viviente con nuestro Señor Jesucristo. 

Al mismo tiempo, siempre deberíamos tener presente, que «por la fe entendemos que el universo fue enteramente organizado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de cosas no visibles».

Todas las cosas al salir de la mano de Dios eran «bueno en gran manera», es decir, perfecto para cumplir el propósito que le había sido asignado. «Y acabó Dios la obra que hizo; y reposó el día séptimo. Y bendijo Dios al séptimo día, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.» 

Es sobre esta institución original del sábado cual día de reposo santo en lo que se basa nuestra observancia del día del Señor (domingo). El cambio (del séptimo de la semana al primero) surgió por la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, mediante el cual no solo la primera creación fue finalmente completada, sino también la nueva.

De todas sus obras Dios solo «creó al hombre a su imagen: a imagen de Dios lo creó». 

Esta expresión se refiere no solo a la inteligencia con la que Dios dotó al hombre, y la inmortalidad que le concedió, sino también a la perfecta naturaleza moral y espiritual que poseía el hombre al principio. 

Y todos sus alrededores concordaban con su estado de felicidad. Dios «lo puso en el huerto de Edén para que lo labrara y lo guardase», y le dio una compañera idónea en Eva, a quien Adán reconoció como hueso de sus huesos y carne de su carne. Así, como Dios había indicado, al apartar el sábado, la adoración como la relación adecuada entre el hombre y su creador; también estableció en el paraíso el fundamento de la sociedad civil por medio de la institución del matrimonio y de la familia.

Ahora solo quedaba poner a prueba la obediencia del hombre a Dios, y prepararlo para privilegios más elevados y más grandes de los que ya estaba disfrutando. 

Pero el mal ya existía en este mundo nuestro, porque Satanás y sus ángeles se habían rebelado contra Dios. 

El relato de las Escrituras sobre la prueba del hombre es enormemente breve y sencillo. Se nos dice que «el árbol del conocimiento del bien y del mal» había sido colocado «en medio del huerto», y Dios prohibió a Adán comer del fruto de ese árbol, bajo pena de muerte. 

Por otro lado, en el huerto también estaba «el árbol de la vida», probablemente como símbolo y voto de una vida superior, la cual nosotros hubiéramos heredado si nuestros primeros padres hubiesen continuado en obediencia a Dios. La cuestión de esta prueba apareció rápidamente. 

El tentador, en forma de serpiente, se acercó a Eva, negó las amenazas de Dios, y la engañó en cuanto a las consecuencias reales de comer el fruto prohibido. Esto, seguido por la seducción de sus sentidos, condujo a Eva a comer en primer lugar, y después a inducir a su marido a hacer lo mismo. Su pecado tuvo su consecuencia inmediata. Habían apostado para ser «como dioses», y, en lugar de someterse a ultranza al mandamiento del Señor, actuaron independientemente con respecto a él. 

Y ahora sus ojos estaban ciertamente abiertos, como había prometido el tentador, «para conocer el bien y el mal»; pero solo en su conocimiento culpable del pecado, el cual inmediatamente les provocó el deseo de esconderse de la presencia de Dios. De este modo, su alienación y separación de Dios, la voz acusadora de su conciencia, y su dolor y vergüenza manifestaron que la amenaza divina ya se había cumplido: «el día que de él comieres, ciertamente morirás». 

La sentencia de muerte que Dios pronunció ante nuestros primeros padres se extendía tanto a su naturaleza corporal como espiritual (a su parte mortal e inmortal). 

En el día que pecó, el hombre murió en cuerpo, alma, y espíritu. 

Y ya que Adán, como cabeza de su raza, representaba su totalidad; y ya que por él todos nosotros hubiéramos entrado en un estado de vida muy elevado y feliz, si él hubiese permanecido obediente, así ahora las consecuencias de su desobediencia se han extendido a todos nosotros; y puesto que «el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte», así «la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron». 

Incluso «la misma creación», que había sido colocada bajo su dominio, fue, por su caída, «sujetada a vanidad», y cayó bajo la maldición, como dijo Dios a Adán: «Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá».

Dios, en su infinita misericordia, no abandonó al hombre para que pereciera en su pecado. Ciertamente fue expulsado del paraíso, para el que ya no era apto. 

Pero, antes de eso, Dios había pronunciado la maldición sobre su tentador, Satanás, y había dado al hombre la preciosa promesa que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente; es decir, que nuestro bendito Salvador, «nacido de mujer», debía redimirnos del poder del pecado y de la muerte, por medio de su propia obediencia, muerte y resurrección.

 Incluso el trabajo de sus manos, al que estaba condenado el hombre, era en esas circunstancias una gran ventaja. Por lo tanto, cuando nuestros primeros padres salieron del huerto de Edén, no fue sin esperanza, ni a unas tinieblas exteriores. Se llevaron la promesa de un redentor, la seguridad de la derrota final del gran enemigo, junto con la institución divina del sábado para adorar, y del lazo del matrimonio con el cual ser unidos en familias. 

Así los fundamentos de la vida cristiana con todas sus implicaciones fueron establecidos en el paraíso.

Hay otros detalles de interés práctico que debemos obtener. 
La descendencia de toda la humanidad de nuestros primeros padres determina nuestra relación con Adán. En Adán todos han pecado y caído. 

Pero, por otro lado, también determina nuestra relación espiritual con el Señor Jesucristo, como segundo Adán, la cual reposa sobre la misma base. Porque «como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial», y «como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados». «Porque así como por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos». 

La descendencia de toda la humanidad de un tronco común ha sido cuestionada en el pasado, a pesar de que las Escrituras enseñan expresamente: «De una misma sangre ha hecho toda nación de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra». 

Es notable que esta negación, que nunca fue compartida por los más competentes científicos, ha sido abandonada recientemente, podemos decir, casi universalmente, y la unidad original de la raza humana en su descendencia común es ahora un hecho aceptado generalmente.

Aquí, además, encontramos por vez primera ese extraño parecido a la religión revelada que hace al paganismo tan similar y no obstante tan dispar respecto a la religión del Antiguo Testamento. 

Del mismo modo que podemos ver en el alma del hombre las ruinas de lo que habíamos sido antes de la caída, también en las leyendas y tradiciones de las diversas religiones de la antigüedad reconocemos los ecos de lo que los hombres habían oído originalmente de la boca de Dios. No solo una raza, sino casi todas las naciones, han conservado en sus tradiciones algunos vagos recuerdos parecidos a los de un estado original feliz y santo (la así llamada edad de oro), en el cual la comunicación entre el cielo y la tierra no estaba rota, y de un subsiguiente pecado y caída de la humanidad. 

Todas las naciones también han atesorado una débil creencia en algún retorno futuro de este estado feliz, es decir, algún tipo de redención venidera, tal como en lo más íntimo de su corazón todos los hombres tienen, por lo menos, el débil deseo de un redentor.

Mientras tanto, esta gran promesa primitiva «la simiente de la mujer herirá la cabeza de la serpiente» iba a estar en alto como una luz señalizadora para toda la humanidad durante su camino, brillando siempre con un mayor resplandor, primero en la promesa a Sem, luego en la hecha a Abraham, después en la profecía a Jacob, y continuando por las figuras de la ley hasta las promesas de los profetas, y hasta que en la plenitud del tiempo «el sol de justicia» se alzó «con la salvación bajo sus alas!
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miércoles, 9 de octubre de 2013

Génesis: El Principio en la tierra

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial


GÉNESIS
Cronología
     Creación
     Noé sin fecha
     Nace Abram 2166 a.C. (2000 a.C.)
     Abram entra en Canaán 2091 (1925)
     Nace Isaac 2066 (1900)
     Nacen Jacob y Esaú 2006 (1840)
     Jacob huye a Harán 1929 (1764)
     Nace José 1915 (1750)
     José es vendido como esclavo 1898 (1733)
     José gobierna Egipto 1885 (1720)
     Muere José 1805 (1640)
DATOS ESENCIALES
PROPÓSITO:
Registrar la creación de Dios del mundo y su deseo de tener un pueblo apartado para adorarlo
AUTOR:
Moisés
DESTINATARIO:
Para el pueblo de Israel
FECHA:
1450–1410 a.C.
MARCO HISTÓRICO:
La región actualmente conocida como Medio Este
VERSÍCULOS CLAVE:
«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (1.27). «Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición» (12.2, 3).
PERSONAS CLAVE:
Adán, Eva, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Rebeca, Jacob, José

   

PRINCIPIAR... iniciar... comenzar... abrir... Hay algo refrescante y optimista en estas palabras, ya sea que se refieran al amanecer de un nuevo día, al nacimiento de un niño, al preludio de una sinfonía o a los primeros kilómetros de las vacaciones familiares. Libres de problemas y llenos de promesas, todos los comienzos despiertan la esperanza y las visiones llenas de fantasía del futuro. Génesis significa «comienzos» u «origen» y revela el principio del mundo, de la historia de la humanidad, de la familia, de la civilización, de la salvación. Es la historia del propósito y el plan de Dios para su creación. Como el libro de los comienzos, Génesis establece el escenario para la Biblia entera, revela la persona y la naturaleza de Dios (Creador, Protector, Juez, Redentor); el valor y la dignidad de los seres humanos (hechos a la imagen de Dios, salvos por gracia, utilizados por Dios en el mundo); la tragedia y las consecuencias del pecado (la caída, la separación de Dios, el juicio); la promesa y la seguridad de salvación (el pacto, el perdón, el Mesías prometido).
Dios. Ahí es donde comienza Génesis. De súbito lo vemos crear el mundo en un despliegue majestuoso de poder y propósito, que culminó con un hombre y una mujer hechos a su imagen (1.26, 27). Pero muy pronto el pecado entró en el mundo y Satanás fue desenmascarado. La creación, bañada en inocencia, fue destrozada por la caída (la desobediencia voluntaria de Adán y Eva). La comunión con Dios se rompió y el mal comenzó a tejer su telaraña destructiva. En una rápida sucesión, leemos cómo Adán y Eva fueron expulsados del hermoso huerto, cómo su primer hijo se convirtió en asesino y cómo el mal engendró mal hasta que Dios finalmente destruyó a todos los seres de la tierra excepto a una pequeña familia encabezada por Noé, la única persona fiel que quedaba.
Conforme nos acercamos a Abraham en las praderas de Canaán descubrimos el comienzo del pueblo del pacto de Dios y los vastos alcances de su plan de salvación: la salvación viene por medio de la fe, los descendientes de Abraham serán el pueblo de Dios y el Salvador del mundo saldrá de entre esta nación escogida. Las historias de Isaac, Jacob y José que vienen a continuación son algo más que biografías interesantes. Ponen énfasis en las promesas de Dios y son la prueba de que Él es fiel. La gente que encontramos en Génesis es gente común y corriente, y aún así Dios hizo grandes cosas por medio de ellos. Hay ejemplos vívidos de cómo Dios puede y ha utilizado toda clase de personas para lograr sus buenos propósitos... incluso gente como usted y como yo.
Lea Génesis y anímese. ¡Sí hay esperanza! No importa cuán oscura pueda parecer la situación del mundo, Dios tiene un plan. No importa cuán insignificante o inútil se sienta usted, Dios lo ama y quiere utilizarlo en su plan. No importa cuánto haya pecado o cuán separado se encuentre de Dios, la salvación está al alcance de la mano. Lea Génesis... ¡y mantenga la esperanza!
BOSQUEJO
A.     LA HISTORIA DE LA CREACIÓN (1.1–2.3)
B.     LA HISTORIA DE ADÁN (2.4–5.32)
1.     Adán y Eva
2.     Caín y Abel
3.     Descendientes de Adán

 

Dios creó los cielos, el mar y la tierra. Creó las plantas, los animales, los peces y las aves. Pero creó al ser humano a su propia imagen. A veces, otros pueden tratarnos sin respeto, pero por ser creados a la imagen de Dios podemos tener la certeza de nuestra dignidad y valor.
C.     LA HISTORIA DE NOÉ (6.1–11.32)
1.     El gran diluvio
2.     Repoblación de la tierra
3.     La torre de Babel

Dios creó a Adán y Eva sin pecado. La pecaminosidad entró en ellos cuando desobedecieron a Dios y comieron la fruta del árbol prohibido. Por medio de Adán y Eva aprendemos del poder destructivo del pecado y sus amargas consecuencias.
D.     LA HISTORIA DE ABRAHAM (12.1–25.18)
1.     Dios promete a Abram una nación
2.     Abram y Lot
3.     Dios promete a Abram un hijo
4.     Sodoma y Gomorra
5.     Nacimiento y casi sacrificio de Isaac
6.     Isaac y Rebeca
7.     Abraham muere

Noé se salvó de la destrucción del diluvio porque obedeció a Dios y construyó el arca. Así como Dios protegió a Noé y a su familia, protege a quienes le son fieles hoy.
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A Abraham se le pidió dejar su tierra, vagar en Canaán, esperar años para tener un hijo, y luego sacrificarlo como una ofrenda encendida. A través de estos períodos de dura prueba, Abraham permaneció fiel a Dios. El ejemplo de Abraham nos enseña cómo vivir una vida de fe.
E.     LA HISTORIA DE ISAAC (25.19–28.9)
1.     Jacob y Esaú
2.     Isaac y Abimelec
3.     Isaac bendice a Jacob

Isaac no exigió que las cosas se hicieran a su manera. No se resistió cuando estaba a punto de ser sacrificado y gustosamente aceptó una esposa que otros le eligieron. Tenemos que aprender a cumplir la voluntad de Dios antes que la nuestra, como lo hizo Isaac.
F.     LA HISTORIA DE JACOB (28.10–36.43)
1.     Jacob inicia una familia
2.     Jacob regresa a su tierra

Jacob no se dio por vencido fácilmente. Sirvió a Labán con fidelidad por más de catorce años. Más tarde, luchó con Dios. Aunque Jacob cometió muchos errores, su trabajo arduo nos enseña cómo llevar una vida de servicio a nuestro Dios.
G.     LA HISTORIA DE JOSÉ (37.1–50.26)
1.     Venden a José como esclavo
2.     Judá y Tamar
3.     Echan a José en la cárcel
4.     A José se le asigna un cargo en Egipto
5.     José y sus hermanos se encuentran en Egipto
6.     La familia de Jacob se traslada a Egipto

Los hermanos de José lo vendieron como esclavo y su amo injustamente lo envió a la prisión. Por medio de José aprendemos que el sufrimiento, por injusto que sea, puede desarrollar en nosotros un carácter firme.
7.     Jacob y José mueren en Egipto         
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