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domingo, 26 de abril de 2015

La luz sigue brillando en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido ni la han comprendido

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


“Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra?” preguntaba Salomón al dedicar el templo (1 Reyes 8:27). ¡Buena pregunta, en verdad! La gloria de Dios había morado en el tabernáculo (Éxodo 40:34), y en el templo (1 Reyes 8:10–11); pero esa gloria se había alejado de Israel por causa de su desobediencia (Ezequiel 9:3; 10:4, 18; 11:22–23).
Entonces sucedió algo maravilloso: la gloria de Dios llegó de nuevo a su pueblo, en la persona de su Hijo, Jesucristo. Los escritores de los cuatro Evangelios nos han dado vistazos de la vida de nuestro Señor en la tierra, porque ninguna biografía completa jamás se podría escribir (Juan 21:25). Mateo escribió teniendo en mente a sus paisanos judíos, y recalcó que Jesús de Nazaret había cumplido las profecías del Antiguo Testamento. Marcos escribió para los atareados romanos. En tanto que Mateo recalcó al Rey, Marcos lo presentó como el Siervo que ministraba a los necesitados. Lucas escribió su Evangelio para los griegos, y les presentó al Hijo del hombre que simpatizaba con ellos.
Pero le fue concedido a Juan, el discípulo amado, escribir un libro tanto para judíos como para gentiles, presentando a Jesús como el Hijo de Dios. Sabemos que Juan tenía en mente a los gentiles tanto como a los judíos, porque a menudo interpretó palabras y costumbres judías para sus lectores (Juan 1:38, 41–42; 5:2; 9:7; 19:13, 17; 20:16). Su énfasis ante los judíos fue que Jesús no sólo cumplió las profecías del Antiguo Testamento, sino que también cumplió los tipos. Jesús es el Cordero de Dios (Juan 1:29), y la Escalera del cielo a la tierra (Juan 1:51; y ve Génesis 28). Es el Nuevo Templo (Juan 2:19–21), y da un nuevo nacimiento (Juan 3:4 en adelante). Es la serpiente levantada (Juan 3:14) y el Pan de Dios que vino del cielo (Juan 6:35 en adelante).
Entre tanto que los tres primeros evangelios se dedican a relatar eventos en la vida de Cristo, Juan enfatiza el significado de dichos eventos. Por ejemplo, los cuatro evangelios registran el milagro de la alimentación de los 5.000 hombres, pero sólo Juan registra el sermón de Jesús sobre “El Pan de Vida” que fue predicado enseguida de dicho milagro cuando lo interpretó para la gente.
Pero hay un tema principal que se halla en todo el Evangelio de Juan: Jesucristo es el Hijo de Dios, y si te entregas a él, te dará la vida eterna (Juan 20:31). En este primer capítulo Juan anotó siete nombres y títulos de Jesús que lo identifican como el Dios eterno.


  El Verbo (Juan 1:1–3, 14)

Así como nuestras palabras revelan a otros lo que hay en nuestro corazón y nuestra mente, de la misma manera Jesucristo es el “Verbo” de Dios para revelarnos el corazón y la mente de Dios. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Una palabra se compone de letras, y Jesucristo es “el Alfa y la Omega” (Apocalipsis 1:11), la primera y la última letras del alfabeto griego. Según Hebreos 1:1–3 Jesucristo es la última palabra de Dios para la humanidad, porque él es la culminación de la revelación divina.
Jesucristo es el Verbo eterno (Juan 1:1–2). Existía en el principio, no debido a que tuvo algún principio como criatura, sino porque es eterno. El es Dios y estaba con Dios. “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58).
Jesucristo es el Verbo Creador (Juan 1:3). Hay por cierto un paralelo entre Juan 1:1 y Génesis 1:1, la nueva creación y la vieja creación. Dios creó los mundos mediante su palabra: “Y dijo Dios: Sea…”. “Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió” (Salmo 33:9). Dios creó todo por medio de Jesucristo (Colosenses 1:16), lo que quiere decir que Jesús no es un ser creado. El es el Dios eterno.
En el griego, “fue hecho” es una forma del verbo llamada tiempo perfecto, lo que significa un acto completado. La creación está terminada. No es un proceso todavía en marcha, aunque Dios por cierto sigue obrando en su creación (Juan 5:17). La creación no es un proceso; es un producto terminado.
Jesucristo es el Verbo Encarnado (Juan 1:4). No era un fantasma o espíritu cuando ministraba en la tierra, ni tampoco su cuerpo era una mera ilusión. Juan y los otros discípulos tuvieron una experiencia personal que los convenció de la realidad del cuerpo de Jesús (1 Juan 1:1–2). Aunque Juan recalca la deidad de Cristo, deja bien claro que el Hijo de Dios vino en la carne y estuvo sujeto a las limitaciones resultantes de la naturaleza humana, pero sin pecado.
En su Evangelio Juan destaca que Jesús se cansó (Juan 4:6) y tuvo sed (Juan 4:7), gimió por dentro (Juan 11:33), y lloró abiertamente (Juan 11:35). En la cruz tuvo sed (Juan 19:28), murió (Juan 19:30), y sangró (Juan 19:34). Después de su resurrección les demostró a Tomás y a los demás discípulos que todavía tenía un cuerpo verdadero (Juan 20:24–29), aun cuando era un cuerpo ya glorificado.
¿Cómo fue que el Verbo se hizo carne? Mediante el milagro del nacimiento virginal (Isaías 7:14; Mateo 1:18–25; Lucas 1:26–38). Tomó sobre sí la naturaleza humana sin pecado y se identificó con nosotros en todo aspecto de la vida desde el nacimiento hasta la muerte. “El Verbo” no era un concepto abstracto de la filosofía, sino una verdadera persona a quien se podía ver, tocar y oír. El cristianismo es Cristo, y Cristo es Dios.
La revelación de la gloria de Dios es un tema importante en el Evangelio. Jesús reveló la gloria de Dios por medio de su persona, sus obras y sus palabras. Juan anotó siete maravillosas señales (milagros) que abiertamente declaraban la gloria de Dios (Juan 2:11). La gloria del Antiguo Pacto de la Ley era una que menguaba, pero la gloria del nuevo pacto en Cristo es una gloria que va en aumento (ve 2 Corintios 3). La Ley podía revelar el pecado, pero no podía jamás quitarlo. Jesucristo vino con plenitud de gracia y verdad, y esta plenitud está disponible para todo el que confía en él (Juan 1:16).


  La Luz (Juan 1:4–13)

La vida [Gr. zoe] es un tema central en el Evangelio de Juan; se usa treinta y seis veces. ¿Cuáles son las cosas esenciales para la vida humana? Hay por lo menos cuatro: luz (si el sol desapareciera todo moriría), aire, agua y comida. ¡Jesús es todo esto! El es la Luz de la vida y la Luz del mundo (Juan 8:12). Es el “Sol de justicia” (Malaquías 4:2). Por su Espíritu Santo nos da el aliento de vida (Juan 3:8; 20:22), así como el Agua de vida (Juan 4:10, 13–14; 7:37–39). Finalmente, Jesús es el Pan vivo de Vida que descendió del cielo (Juan 6:35 en adelante.). No sólo tiene vida y da vida, sino que es vida (Juan 14:6).
La luz y las tinieblas son temas recurrentes en el Evangelio de Juan. Dios es luz (1 Juan 1:5) en tanto que Satanás es “la potestad de las tinieblas” (Lucas 22:53). La gente ama o la luz o las tinieblas, y ese amor controla sus acciones (Juan 3:16–19). Los que creen en Cristo son “hijos de luz” (Juan 12:35–36). Así como la primera creación empezó con “Sea la luz” así la nueva creación empieza con la entrada de la luz en el corazón del creyente (2 Corintios 4:3–6). La venida de Jesucristo al mundo fue la aurora de un nuevo día para el hombre pecador (Lucas 1:78–79).
Uno pensaría que los pecadores ciegos recibirían con beneplácito la luz, pero no siempre es ese el caso. La venida de la verdadera luz trajo conflicto porque los poderes de las tinieblas se opusieron a ella. Una traducción literal de Juan 1:5 dice: “La luz sigue brillando en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido ni la han comprendido”. En el griego el verbo puede significar vencer, captar o comprender. En todo el Evangelio de Juan se ven reveladas ambas actitudes: la gente no quiere comprender lo que el Señor está diciendo y haciendo y, como resultado, se opondrá a él. Juan 7–12 relata el crecimiento de esa oposición, que a la larga llevaría a la crucifixión de Cristo.
Cada vez que Jesús enseñó una verdad espiritual, sus oyentes la interpretaron de una manera material o física. La luz no podía penetrar las tinieblas de sus mentes. Esto fue cierto cuando Jesús habló del templo de su cuerpo (Juan 2:19–21), del nuevo nacimiento (Juan 3:4), del agua viva (Juan 4:11), de comer su carne (Juan 6:51 en adelante), de la libertad espiritual (Juan 8:30–36), de la muerte como si hablara de dormir (Juan 11:11–13), y de muchas otras verdades espirituales. Satanás se esfuerza por mantener a la gente en las tinieblas, porque las tinieblas significan la muerte y el infierno, mientras que la luz significa la vida y el cielo.
Este hecho ayuda a explicar el ministerio de Juan el Bautista (Juan 1:6–8). Juan fue enviado como testigo de Jesucristo, para que le dijera a la gente que la Luz había venido al mundo. La nación de Israel, a pesar de todas sus ventajas espirituales, ¡estuvo ciega a su propio Mesías! La idea de ser testigo es un concepto clave en este libro; Juan la usa como sustantivo y como verbo unos cuarenta y cinco veces. Juan el Bautista fue uno de los muchos que dieron testimonio de Jesús. “Este es el Hijo de Dios”. Pero, Juan el Bautista fue ejecutado y los dirigentes judíos no hicieron nada por impedirlo.
¿Por qué rechazó la nación a Jesucristo? Porque “no le conocieron”. Adolecían de ignorancia espiritual. Jesús es la “luz verdadera”, la original de la cual toda otra luz es copia, pero los judíos se contentaron con las copias. Tenían a Moisés y a la Ley, el templo y los sacrificios; pero no comprendieron que estas luces apuntaban a la Luz verdadera quien es el cumplimiento y consumación de la religión del Antiguo Testamento.
Al estudiar el Evangelio de Juan se nota que Jesús enseñaba a la gente que él era el cumplimiento de todo lo que estaba tipificado en la Ley. No bastaba haber nacido como judío; había que nacer de nuevo, nacer de arriba (Juan 3). Deliberadamente Jesús hizo dos milagros en el sábado para enseñarles que él tenía un nuevo reposo para ellos (Juan 5; 9). Era el maná que satisfacía (Juan 6) y el agua que da vida (Juan 7:37–39). Es el Pastor de un nuevo rebaño (Juan 10:16), y es una nueva Vid (Juan 15). Pero la gente estaba tan encadenada a la tradición religiosa que no podía entender la verdad espiritual. Jesús vino a su propio mundo que él había creado, pero su propio pueblo, Israel, no pudo comprenderle y no le recibió.
Vieron sus obras y oyeron sus palabras. Observaron su vida perfecta. El les dio toda oportunidad para que captaran la verdad, creyeran y fueran salvos. Jesús es el camino, pero ellos no querían andar con él (Juan 6:66–71). El es la verdad, pero ellos no querían creer en él (Juan 12:37 en adelante). El es la vida, ¡y ellos le crucificaron!
Pero los pecadores de hoy no tienen que cometer semejantes errores. Juan 1:12–13 nos da la maravillosa promesa de Dios de que todo el que recibe a Cristo nace de nuevo y entra en la familia de Dios. Juan habla más de este nuevo nacimiento en el capítulo 3, pero aquí recalca que es un nacimiento espiritual divino, y no un nacimiento físico que depende de la naturaleza humana.
¡La Luz todavía brilla! ¿Has recibido personalmente la Luz y llegado a ser un hijo de Dios?


  El Hijo de Dios (Juan 1:15–28, 49)

Juan el Bautista es uno de los personajes más importantes del Nuevo Testamento. Se le menciona por lo menos ochenta y nueve veces. Juan tuvo el privilegio especial de presentar a Jesús a la nación de Israel. También tuvo la difícil tarea de preparar a la nación para recibir a su Mesías. Les llamó a que se arrepintieran de sus pecados y que demostraran ese arrepentimiento mediante el bautismo y luego viviendo vidas cambiadas.
Juan, el apóstol, resumió lo que Juan el Bautista dijo acerca de Jesucristo (Juan 1:15–18). Primero, él es eterno (Juan 1:15). Juan el Bautista en realidad nació seis meses antes de Jesús (Lucas 1:36); así que en esta declaración se refiere a la preexistencia de nuestro Señor, no a su fecha de nacimiento. Jesús existía incluso antes de que Juan el Bautista fuera concebido.
Jesús es lleno de gracia y de verdad (Juan 1:16–17). Gracia es el favor y bondad de Dios otorgados a los que no los merecen ni pueden ganárselos. Si Dios nos tratara sólo de acuerdo con la verdad, ninguno sobreviviría, pero nos trata a base de la gracia y la verdad. Jesucristo, en su vida, muerte y resurrección, cumplió todas las demandas de la ley; ahora Dios puede dar libremente la plenitud de su gracia a los que confían en Cristo. La gracia sin la verdad sería engañosa, y la verdad sin la gracia sería condenadora.
En Juan 1:17 Juan no sugiere que no había gracia bajo la ley mosaica, porque sí la había. Cada sacrificio era una expresión de la gracia de Dios. La ley también reveló la verdad divina. Pero en Jesucristo la gracia y la verdad alcanzan su plenitud; y esta plenitud está disponible para nosotros. Somos salvos por gracia (Efesios 2:8–9), pero también vivimos por gracia (1 Corintios 5:10) y dependemos de la gracia de Dios en todo lo que hacemos. Podemos recibir gracia sobre gracia, porque “él da mayor gracia” (Santiago 4:6). En Juan 1:17 Juan sugiere que un nuevo orden ha llegado, reemplazando el sistema mosaico.
Finalmente Jesucristo nos revela a Dios (Juan 1:18). En su esencia Dios es invisible (1 Timoteo 1:17; Hebreos 11:27). El hombre puede ver a Dios revelado en la naturaleza (Salmo 19:1–6; Romanos 1:20) y en sus obras poderosas en la historia; pero no puede ver a Dios mismo. Jesucristo nos revela a Dios, porque él “es la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15) y “la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:3). La frase que en Juan 1:18 se traduce “dado a conocer” procede del vocablo griego de donde obtenemos el término exégesis, que quiere decir explicar, desdoblar, encaminar. Jesucristo nos explica a Dios y lo interpreta para nosotros. Nosotros simplemente no podemos comprender a Dios sin conocer a su Hijo, Jesucristo.
La palabra Hijo se usa por primera vez en el evangelio de Juan como título para Jesús (Juan 1:18). La frase “el unigénito” quiere decir único, el único en su clase. No quiere decir que hubo un tiempo en que el Hijo no existía, y que luego el Padre le hizo existir. Jesucristo es Dios eterno; siempre ha existido.
Por lo menos nueve veces en el evangelio de Juan a Jesús se le llama “el Hijo de Dios” (Juan 1:34, 49; 3:18; 5:25; 10:36; 11:4, 27; 19:7; 20:31). Recordarás que Juan tuvo como propósito al escribir este evangelio el convencernos de que Jesús es el Hijo de Dios (Juan 20:31). Por lo menos diecinueve veces se le llama “el Hijo”. No sólo que es el Hijo de Dios, sino que también es Dios el Hijo. Incluso los demonios reconocieron esto (Marcos 3:11; Lucas 4:41).
Juan el Bautista es una de las seis personas mencionadas en el Evangelio de Juan que dieron testimonio de que Jesús es Dios. Los otros son Natanael (Juan 1:49), Pedro (Juan 6:69), el ciego que fue sanado (Juan 9:35–38), Marta (Juan 11:27) y Tomás (Juan 20:28). Si se añade a nuestro Señor mismo (Juan 5:25; 10:36), se suman siete testigos.
Juan da el registro de cuatro días en la vida de Juan el Bautista, Jesús y los primeros discípulos. Luego continúa esta secuencia en capítulo 2 y presenta, por así decirlo, una semana en la nueva creación que es paralela a la semana de la creación en Génesis 1.
El primer día (Juan 1:19–24) un comité de los dirigentes religiosos judíos interrogó a Juan el Bautista. Estos hombres tenían todo derecho para investigar a Juan y su ministerio, puesto que eran los custodios y guardianes de la fe. Le hicieron varias preguntas y él les respondió con claridad.
“¿Tú, quién eres?” era una pregunta lógica. ¿Era el Mesías prometido? ¿Era el profeta Elías quien había de venir antes de que apareciera el Mesías? (Malaquías 4:5). Grandes multitudes se habían reunido para oír a Juan, y muchos habían sido bautizados. Aunque Juan no hizo ningún milagro (Juan 10:41), era posible que la gente pensara que él era el Mesías prometido.
Juan negó ser Elías o el Mesías. (En cierto sentido él era el Elías prometido. Ve Mateo 17:10–13.) Juan no tenía nada para decir en cuanto a sí mismo ¡porque había sido enviado para hablar de Jesús! Jesús es el Verbo; Juan no era sino una voz, ¡y no se puede ver una voz! Juan mencionó la profecía de Isaías (Isaías 40:1–3) y afirmó que él era su cumplimiento.
Habiéndose cerciorado de quién era Juan, el comité entonces le preguntó qué hacía. “¿Por qué bautizas?” Juan recibió su autoridad para bautizar, no de los hombres, sino del cielo, porque fue comisionado por Dios (Mateo 21:23–32). Los dirigentes religiosos de los judíos de ese día bautizaban a los gentiles que querían adoptar la fe judía; ¡pero Juan bautizaba judíos!
Juan explicó que su bautismo era con agua, pero que el Mesías vendría y bautizaría con un bautismo espiritual. De nuevo, Juan dejó bien claro que él no estaba estableciendo una nueva religión o buscando exaltarse a sí mismo. Estaba conduciendo a las personas al Salvador, el Hijo de Dios (Juan 1:34). Aprenderemos más tarde que fue mediante el bautismo que Jesucristo sería presentado al pueblo de Israel.


  El Cordero de Dios (Juan 1:29–34)

Este es el segundo día de la semana que registró el apóstol Juan, y sin duda algunos de los miembros del mismo comité estuvieron presentes para oír el mensaje de Juan el Bautista. Esta vez él llamó a Jesús “el Cordero de Dios”, título que repetiría al día siguiente (Juan 1:35–36). En cierto sentido el mensaje de la Biblia se puede resumir en este título. La pregunta en el Antiguo Testamento fue: “¿Dónde está el cordero?” (Génesis 22:7). En los cuatro Evangelios el énfasis es “He aquí el Cordero de Dios”. ¡Aquí está! Después de haber confiado en él cantarás con el coro celestial: “¡Digno es el Cordero!” (Apocalipsis 5:12).
El pueblo de Israel estaba familiarizado con los corderos para los sacrificios. En la Pascua cada familia debía tener un cordero, y durante el año se sacrificaban dos corderos cada día en el altar del templo, además de todos los otros corderos traídos para sacrificios personales. Esos corderos fueron traídos por hombres a los hombres, pero aquí estaba el Cordero de Dios, ¡dado por Dios a los hombres! Los primeros no podían quitar el pecado, pero el Cordero de Dios sí puede quitar el pecado. Los primeros eran sólo para Israel, pero este Cordero derramaría su sangre ¡por todo el mundo!
¿Qué tiene que ver el bautismo de Juan con Jesús como el Cordero de Dios? Los eruditos concuerdan por lo general que en el Nuevo Testamento el bautismo era por inmersión. Era un cuadro de la muerte, sepultura y resurrección. Cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús, Jesús y Juan estaban dando un cuadro gráfico del bautismo que Jesús sufriría en la cruz al morir como el Cordero de Dios que se sacrificó (Isaías 53:7; Lucas 12:50). Sería mediante la muerte, sepultura y resurrección que el Cordero de Dios cumpliría toda justicia (Mateo 3:15).
Tal vez Juan estaba equivocado. Tal vez no estaba seguro de que Jesús de Nazaret fuera el Cordero de Dios o el Hijo de Dios. Pero el Padre demostró con claridad para Juan quién era Jesús al enviar al Espíritu como paloma para iluminarle. ¡Qué hermoso cuadro de la Trinidad!


  El Mesías (Juan 1:35–42)

Este es el tercer día en la secuencia. El séptimo día incluyó la boda en Caná (Juan 2:1); y puesto que las bodas judías tradicionalmente se celebraban los miércoles, en este caso el tercer día sería el sábado. Pero no fue un día de reposo ni para Juan el Bautista ni para Jesús, porque Juan estaba predicando y Jesús estaba seleccionando discípulos.
Los dos discípulos de Juan que siguieron a Jesús fueron Juan, el escritor del Evangelio, y su amigo Andrés. Juan el Bautista se alegró cuando la gente dejó de seguirlo a él para seguir a Jesús, porque su ministerio se enfocaba en Jesús. “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).
Cuando Jesús les preguntó: “¿Qué buscáis?” los estaba obligando a definir sus propósitos y metas. ¿Estaban buscando un dirigente revolucionario para derrocar a Roma? ¡Entonces sería mejor que se unieran a los zelotes! Ni en sueños Andrés y Juan se dieron cuenta de cómo sus vidas serían transformadas por el Hijo de Dios.
“¿Dónde moras?” puede significar: Si estás ocupado en este momento, podemos volver más tarde. Pero Jesús les invitó a pasar el día con él (era como las 10 a.m.) y sin duda les dijo algo de su misión, revelándoles lo que ellos tenían en su corazón y contestando sus preguntas. Ambos quedaron tan impresionados que buscaron a sus hermanos y los trajeron a Jesús. Andrés halló a Simón y Juan trajo a Jacobo. En verdad ¡eran guardas de sus hermanos! (Génesis 4:9). Siempre que se halla a Andrés en el Evangelio de Juan, está trayendo a alguien a Jesús: su hermano, el muchacho con los panes y los pescados (Juan 6:8), y los griegos que querían ver a Jesús (Juan 12:20–21). No tenemos registrado ningún sermón de Andrés, pero por cierto que predicó grandes sermones mediante sus acciones como ganador personal de almas.
“Hemos hallado al Mesías” fue el testimonio que Andrés le dijo a Simón. Mesías es una palabra hebrea que significa ungido, y el equivalente griego es Cristo. Para los judíos era lo mismo que decir “Hijo de Dios” (ve Mateo 26:63–64; Marcos 14:61–62; Lucas 22:67–70). En el Antiguo Testamento los profetas, sacerdotes y reyes eran ungidos, y con eso apartados para servicio especial. A los reyes especialmente se les llamaba ungido de Dios (1 Samuel 26:11; Salmo 89:20); así que cuando los judíos hablaban de su Mesías, estaban pensando en el rey que vendría para librarlos y establecer el reino.
Había cierta confusión entre los maestros judíos respecto a lo que haría el Mesías. Algunos lo veían como el sacrificio sufriente (como en Isaías 53), en tanto que otros lo veían como un rey espléndido (como en Isaías 9 y 11). Jesús tuvo que explicarles incluso a sus propios seguidores que la cruz tenía que venir antes de la corona, que él debía sufrir antes de entrar en su gloria (Lucas 24:13–35). Si Jesús era o no en verdad el Mesías fue un problema crucial que era todo un reto para los judíos de esos días (Juan 7:26, 40–44; 9:22; 10:24).
La entrevista de Simón con Jesús cambió la vida del pescador. También le dio un nuevo nombre: Pedro en griego, y Cefas en el arameo, el idioma que Jesús hablaba; y ambos significan una piedra. Exigió gran esfuerzo de parte de Jesús el transformar al débil Simón en una roca, ¡pero lo hizo! “Tú eres… tú serás”, es un gran estímulo para todos los que confían en Cristo. Verdaderamente él nos da el poder (Juan 1:12).
Es digno de notarse que Andrés y Juan confiaron en Cristo por la fiel predicación de Juan el Bautista. Pedro y Jacobo vinieron a Cristo debido a la obra compasiva y personal de sus hermanos. Más adelante Jesús ganaría personalmente a Felipe; y luego Felipe le testificaría a Natanael y le llevaría a Jesús. La experiencia de cada hombre es diferente, porque Dios usa varios medios para llevar al Salvador a los pecadores. Lo importante es que confiemos en Cristo y luego procuremos llevar a otros a él.


  El Rey de Israel (Juan 1:43–49)

Jesús llamó personalmente a Felipe y éste confío en Cristo y le siguió. No sabemos qué clase de preparativos del corazón experimentó Felipe, porque por lo general Dios prepara a la persona antes de llamarla. Lo que sí sabemos es que Felipe demostró su fe al hablarle de ella a su amigo Natanael.
Juan 21:2 sugiere que por lo menos siete de los discípulos de nuestro Señor eran pescadores, incluyendo Natanael. Los pescadores son valientes y apegados a su trabajo, por difícil que sea. Pero Natanael empezó dudando, puesto que no creía que algo bueno pudiera salir de Nazaret. Nuestro Señor nació en Belén, pero creció en Nazaret y llevaba ese estigma (Mateo 2:19–23). Ser llamado “nazareno” (Hechos 24:5) quería decir ser desdeñado y rechazado.
Cuando Natanael vaciló y discutió, Felipe adoptó las propias palabras de nuestro Señor: “Venid y ved” (Juan 1:39). Más tarde Jesús invitaría “Venga… y beba” (Juan 7:37) y “venid y comed” (Juan 21:12). Vengan es la gran invitación de la gracia de Dios.
Cuando Natanael llegó a Jesús descubrió que el Señor ya sabía mucho acerca de él. ¡Qué sorpresa! Al llamarle “un verdadero israelita, en quien no hay engaño” Jesús estaba refiriéndose por cierto a Jacob, el antepasado de los judíos, que usó tretas para engañar a su hermano, a su padre, y a su suegro. El nombre de Jacob fue cambiado a “Israel, príncipe con Dios”. La referencia a la escalera de Jacob en Juan 1:51 confirma esto.
Cuando Jesús reveló que sabía esto de Natanael, dónde había estado y lo que había estado haciendo, fue suficiente para convencer al hombre de que Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios, el Rey de Israel. Su experiencia fue como la de la samaritana junto al pozo. “Cuando él [el Mesías] venga nos declarará todas las cosas… Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho” (Juan 4:25, 29). La revelación del corazón humano debería tener lugar también en el ministerio de las iglesias locales (1 Corintios 14:23–35).
Cuando Felipe le testificó a Natanael, la evidencia que le dio fue la de Moisés y los profetas (Juan 1:45). Tal vez Jesús le dio a Felipe una explicación de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, como lo hizo con los discípulos que iban a Emaús (Lucas 24:13 en adelante). Siempre es bueno ligar nuestro testimonio personal con la Palabra de Dios.
“Rey de Israel” sería un título similar al Mesías, Ungido, porque los reyes siempre eran los ungidos de Dios (ve Salmo 2, especialmente los versículos 2, 6–7). En cierto punto del ministerio de Jesús las multitudes querían hacerle rey, y él rehusó (Juan 6:15 en adelante), pero ante Pilato afirmó que había nacido Rey (Juan 18:33–37).
Algunos estudiosos creen que Natanael y Bartolomé son el mismo individuo. Juan nunca menciona a Bartolomé en su evangelio, pero los otros tres escritores mencionan a Bartolomé pero no a Natanael. El nombre de Felipe va ligado a Bartolomé en las listas de nombres (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14), así que es posible que los dos hombres formaban un equipo y servían juntos. No era raro en esos días que un hombre tuviera dos nombres diferentes.


  El Hijo del Hombre (Juan 1:50–51)

El título “Hijo del Hombre” era uno de los favoritos de nuestro Señor para referirse a sí mismo. Se usa ochenta y tres veces en los Evangelios, y por lo menos trece veces en Juan. El título habla a la vez de la deidad y de la humanidad de Jesús. La visión de Daniel 7:13 presenta al “hijo de hombre” en un escenario definitivamente mesiánico; y Jesús usó el título de la misma manera (Mateo 26:64).
Como Hijo del hombre Jesús es el eslabón vivo entre el cielo y la tierra. Esto explica su referencia a la escalera de Jacob en Génesis 28. El fugitivo Jacob pensaba que estaba solo, pero Dios había enviado a los ángeles para que lo guardaran y guiaran. Cristo es la escalera de Dios entre el cielo y la tierra. “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). A menudo en este Evangelio hallarás a Jesús recalcándole a la gente que él había descendido del cielo. Los judíos sabían que “Hijo del hombre” era un nombre para el Mesías (Juan 12:34).
Al terminarse el cuarto día Jesús tenía seis hombres que creían y que eran sus discípulos. Ellos no “lo dejaron todo y le siguieron” de inmediato; eso vendría más tarde. Pero habían confiado en él y experimentado su poder. En los tres años que estaban por delante ellos crecerían en la fe, aprenderían más de Jesús, y un día tomarían el lugar del Señor en la tierra para que la Palabra de Dios pudiera ser llevada a toda la humanidad.
Jesús de Nazaret es Dios venido en carne. Cuando Felipe le llamó “el hijo de José” no estaba negando el nacimiento virginal de Jesús o su naturaleza divina. Esa era meramente su identificación legal, porque al judío se le identificaba por quién era su padre (Juan 6:42). El testimonio de este capítulo entero es claro: ¡Jesús de Nazaret es Dios venido en carne!
¡Dios está aquí!


 
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viernes, 14 de enero de 2011

Prepárate y Prepara a los Discípulos: Preparación y Movilización Nivel 1

Prepárate y Prepara a los Discípulos: Preparación y Movilización Nivel 1
 Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 2.0MBytes | Idioma: Spanish |Categoría: Escuela Teológica
 Información
 Efesios 4:11-12: “Y él mismo
constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y
maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo.”

Libro 1
Contenido:
Introducción
"# CapÌtulo 1  El  Siervo  De  Cristo 
"# CapÌtulo 2 Traficantes En Almas
"# CapÌtulo 3 Prediquemos 
"# CapÌtulo 4 øLey O Gracia? Parte I
"# CapÌtulo 5 øLey O Gracia? Parte II
"# CapÌtulo 6 El Pentateuco 
"# CapÌtulo 7 Aconsejemos A Los Padres 
"# CapÌtulo 8 Los Demonios 
"# CapÌtulo 9 Los Corintios
"# CapÌtulo 10 Los Necesitados 
Examen  
¿Ha estudiado el capítulo respectivo?
¿Ha hecho la tarea del capítulo?

Nuestro propósito
El propósito de aprender la Palabra de Dios es ser y hacer discípulos.Un discípulo obedece los mandamientos de nuestro Rey Jesucristo (Mateo 28:18-20). No aprendemos la Palabra para hacernos estudiantes que sólo memorizan más y más conocimientos, porque Jesús dice, "Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15).

Basamos toda enseñanza de estos compendios y nuestro ministerio respectivo encima de la roca   de      la    obediencia, Jesús. Antes de tratar los otros varios asuntos en los libros de estudio, establezcamos el fundamento, que es la obediencia a nuestro divino Rey Jesucristo. Todo el curso pastoral descansa sobre este único cimiento y base bíblica para el discipulado.

Edificar nuestra iglesia sobre la roca Jes˙s, significa obedecer sus mandamientos antes de todo (Mateo 7:24-27). El nos ordena hacer discípulos por enseñarles a obedecer todos sus mandamientos (Mateo 28:18-20). A los tres mil convertidos de la primera iglesia en Jerusalén les vemos obedeciéndolos todos antes de terminar el capítulo. Así comenzamos este curso pastoral con la obediencia a nuestro Rey Jesucristo.

Si usted vive en un campo blanco y no tiene un rebaño todavía, comience con un grupo pequeño o con su familia. Cada estudio lleva tareas prácticas, cosas que usted y su gente cumple en obediencia a Dios.

Para aprender la Palabra y aplicarla inmediatamente a la gente y a sí mismo, conteste las preguntas de cada capítulo y haga los planes que corresponden a cada estudio. No conviene sólo leerlo de manera pasiva; Dios prohíbe que seamos oidores solamente. El libro estimula la reflexión; es nuestro maestro; respondemos contestando preguntas y anotando planes para lo que haga su gente. Si no comprende alguna cosa, pida al instructor de extensión explicarlo.

Cada estudiante pastoral comienza sin dilatar a capacitar o otros estudiantes pastorales como pastor, anciano,
evangelista o misionero, con los mismos estudios.

Usamos el Ìndice de contenidos para escoger el estudio que edifique más a su gente. Busque los capítulos que corresponden a las necesidades actuales y oportunidades para servir.

Todas las cosas que Jesucristo manda se resumen en siete mandamientos básicos...



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