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lunes, 24 de febrero de 2014

La trampa: Engañador del mundo entero ... Falsos profetas, herejías

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial

Por qué la gente acude a las sectas
         Por qué es difícil salir
Nos quedan algunas preguntas espinosas. ¿Por qué tanta gente acude a las sectas cuando «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia…» (2 Pedro 1:3)? ¿Cómo es posible que gente sincera crea lo que en realidad es una mentira? ¿Por qué quienes están en una secta no se dan cuenta y simplemente salen de ella? Para contestar estas preguntas es necesario tomar en cuenta varias cosas:

1. Nunca olvidemos el poder y la astucia del enemigo de nuestras almas.
Después de estudiar todos los pasajes relacionados con el diablo, llegué a la conclusión de que Satanás pasa la mayor parte de su tiempo en engaños y mentiras (Juan 8:44).

Satanás es el creador de las sectas; presenta una religión que niega la eficacia de la muerte de Jesucristo y la sustituye por un camino que apela al ego humano; cuestiona la salvación de los fieles y los acusa haciéndolos sentir culpables (Apocalipsis 12:10); edifica grupos falsos que en realidad son «sinagoga de Satanás» (Apocalipsis 2:9).

Además Apocalipsis 12:9 declara que él «engaña al mundo entero». Y «no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Corintios 11:13–14 BLA).

2. La secta proporciona a la persona un (falso, por cierto) sentido de la vida.
Daniel Jerusalimiec, profesor del Seminario de Fe en Buenos Aires explica:

  «Puede ser que estas personas han encontrado la hermandad y el compañerismo que la iglesia no supo proporcionar. Una secta sabe integrar rápidamente a un nuevo miembro haciéndolo sentir aceptado entre ellos.

De esta manera, el nuevo integrante encuentra una sensación de seguridad y una organización que cuida de él. Más aun, la secta le ofrece una vida radicalmente diferente que le presenta un desafío atractivo. Esto le da “sentido a la vida”. En este nuevo grupo él empieza a sentirse valorado, [y] ya no le importa si es ridiculizado por sus vecinos o amigos pues él ahora ha encontrado dirección a la vida que nadie antes pudo proporcionarle.»


3. Últimamente en la mente de muchos «éxito» equivale a »grande».
En varios sitios de América Latina las sectas —no las importadas sino los grupos cultivados en casa— son los grupos más numerosos y cuentan con miles y miles de seguidores.

La conclusión lógica es que porque es algo grande tiene que estar favorecido por Dios, o que porque hay mucho dinero Dios está bendiciendo. ¡Cuidado! Durante el tiempo del profeta Elías más personas seguían a Baal y a Asera que a Jehová. Jesús afirma:

   «…ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan»  (Mateo 7:13–14)

4. La persona escuchará testimonios asombrosos de cómo el grupo ha cambiado la vida de alguien, cómo ha sanado a un niño, o cómo Dios ha contestado oraciones. Por eso no siempre es fácil detectar los peligros de participar en una secta. No nos dejemos cautivar por testimonios y aparentes milagros porque «se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos» (Marcos 13:22).

El Señor advirtió: «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad»(Mateo 7:22–23).

Además, después de un «lavado del cerebro» la persona no se dará cuenta de su situación pues el proceso habrá alterado su manera de pensar.

5. Gran parte de quienes recurren a las sectas es gente crédula, que sinceramente busca cómo apaciguar la ira de Dios por sus fracasos y pecados, cómo aliviar su culpa y cómo hallar una vida mejor.

Las sectas prometen todo esto y más todavía: sanidad física, financiera y emocional; la divulgación de «misterios» antes ocultos y ahora revelados al «ungido»; prometen ser la única iglesia que verdaderamente sirve a Dios; aseguran una unción especial, cosas por el estilo. Todo eso cautiva, seduce, hipnotiza y finalmente atrapa a muchos.

Pablo advierte al joven pastor Timoteo que debe seguir predicando la Palabra de Dios porque «vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas [mitos, BLA]» (2Timoteo 4:3–4). El mito, por definición, es algo inventado por los hombres. Puede ser algo bien pensado, bien enunciado, impactante y que inspira fe, pero sigue siendo algo inventado por la mente humana. Los cristianos somos personas de la verdad, de la Biblia.

6. Para muchos es más sencillo dejar que otro (los líderes del grupo) tome las decisiones y que les digan qué creer y qué hacer.
 La secta ofrece una manera visible (externa) de medir la espiritualidad. El legalismo es externo y demanda obediencia a reglamentos humanos. Una mujer atrapada en una secta me confesó una vez: —Yo sé que ando bien con Dios porque no corto mi cabello, no voy al cine…

Ella había pedido hablar conmigo porque estaba molesta con el predicador Luis Palau por haber predicado que las relaciones sexuales fuera del matrimonio siempre son pecaminosas. La mujer estaba separada de su esposo y disfrutaba de una o dos aventuras sexuales al año «solamente con gente buena».

Me dijo que Dios no la condenaría porque ella cumplía los mandamientos humanos que me había mencionado arriba (entre otros). Sin embargo, vivir por la gracia del Señor es algo interno y requiere responsabilidad, discernimiento, dominio propio y una relación íntima con Dios.

Para muchos es difícil comprender por qué la gente queda atrapada en una secta falsa. Sin embargo, sumando los seis aspectos ya citados, posiblemente sea más fácil apreciar y compadecerse de la situación de los prisioneros espirituales.

Ahora pasamos a una incógnita más espinosa todavía:
¿Por qué encontramos a tantos ex evangélicos en las sectas y semisectas?

         Las sectas: ¿Una trampa para los evangélicos en particular?

No es de sorprender que los estudios hayan revelado que las sectas están llenas de gente que estaba asistiendo a una iglesia.

Lo que sí desconcierta es la cantidad de ex evangélicos dentro de las sectas. Es bueno enfrentar la realidad y preguntarse por qué está sucediendo y qué podemos hacer para cerrar la puerta trasera de la iglesia a fin de que la gente no se aleje.

 Sin repetir los seis motivos ya mencionados (que, por cierto, son aplicables tanto a evangélicos como a no evangélicos) queremos presentar ciertas prácticas —en especial de los evangélicos— que ayudan a un terreno fértil para el advenimiento de una secta.

1. En nuestros círculos existe una fuerte tendencia a definir el cristianismo por lo que uno hace (orar, asistir a la iglesia, leer la Biblia, testificar, ofrendar, etc.) y por lo que uno deja de hacer (no fumar, no beber, no jugar y otras cosas que varían según la cultura) en vez de por una relación personal con Cristo a través de la Biblia.

La mayoría de las sectas adhieren a las mismas prohibiciones que los evangélicos, y más todavía. Cuando un creyente que sinceramente busca ser más consagrado al Señor, encuentra a un grupo que hace más o ha dejado de hacer más que él (llevando una vida más severa), muchas veces llega a la conclusión de que tal grupo «tiene que ser más cristiano que yo».

Esta forma de representar el cristianismo nos hace vulnerables a las sectas y al mismo tiempo causa que las sectas resulten atractivas. Una íntima amiga de mi esposa le confesó que admira a cualquier persona con una vida más rigurosa que la de ella, y que si no fuera por la buena doctrina enseñada en su iglesia, llegaría a la conclusión de que tal persona es más espiritual que ella.

Durante los últimos tres años notamos un ambiente extraño en una congregación muy querida por nuestra familia. El pastor es un joven dinámico con un profundo anhelo de vivir una vida consagrada al Señor; es lo que predica desde el púlpito. La congregación crecía y estaba haciendo planes para ampliar el templo. Para aliviar la carga de trabajo que tenía Esteban, el pastor, contrataron a un copastor, que parecía un hombre con vasta experiencia. Sutilmente y con el pretexto de ayudar a la congregación a consagrarse más a Dios y a la Biblia, el copastor comenzó a imponer ciertas reglas «más espirituales».

Algunas eran: La mujer debe llevar faldas hasta los tobillos; para el hombre llevar corbata es más espiritual que no llevar corbata; no hay que tener TV en la casa; debe haber aislamiento del mundo en forma extrema; nadie puede enseñar a los hijos con excepción de los propios padres (el copastor llegó a tal extremo que no permitía que sus propios hijos asistieran a la escuela dominical a menos que él estuviera enseñando); no había que juntarse con otras iglesias para no contaminarse.

No sabemos lo que hubiera sucedido después porque la gente más madura de la iglesia comenzó a cuestionar al copastor alegando que había impuesto sus convicciones como si fueran mandamientos divinos. Después de sesiones extraordinarias del cuerpo de ancianos, reuniones congregacionales, chismes y personas heridas, la congregación se dividió.

En ese momento alguien sugirió investigar los antecedentes del copastor. Descubrieron que había sido despedido como profesor de un seminario y que los directores no querían decir por qué; luego había tomado el pastorado de una iglesia y en dos años ésta se había dividido; había aceptado el pastorado de otra congregación, que también terminó dividiéndose.

Como resultado de la investigación, el hombre fue despedido de la iglesia y comenzó su propio grupo, un grupo pequeño de seguidores que se reúne en su casa. La secretaria de la iglesia (divorciada dos veces) era la defensora número uno del copastor, y lo hacía buscando desesperadamente una vida más cerca del Señor.

Es notable que el pastor Esteban originalmente también había creído todo debido a que «la consagración» del copastor lo había conmovido. Esto demuestra una vez más que el legalismo es llamativo, tiene su encanto y hasta personas maduras pueden caer en su trampa.

Por gracia de Dios la iglesia sobrevivió el golpe y está volviendo a crecer. Debido al discernimiento de varios hombres y mujeres maduras fue posible detener el proceso de lavado de cerebro, ¡pero había comenzado!

2. En nuestros círculos es común escuchar la frase «Dios me dijo» o «Dios me guió». 
 La mayoría de nosotros quedamos impactados cuando Dios habla a un individuo. Somos fácilmente manipulados por cualquier dicho que suena espiritual.

Las sectas abundan en todo tipo de frases similares que pretenden provenir de una línea directa del Señor. Primera Reyes 13 relata la historia de un profeta que engañó a otro profeta empleando la frase «…por palabra de Dios me ha sido dicho» (17). Jacob hizo lo mismo cuando engañó a su padre Isaac en Gn. 27:20.

Todos deseamos seguir a un líder fuerte, espiritual, con carisma, es decir un modelo. Cuando a este se le suma la tendencia (en la cultura latina) a pensar que en el pueblo de Dios hay diferentes niveles espirituales, terminamos con una situación ideal para el engañador.

He sido testigo de que la gente acude al pastor o al predicador itinerante imaginando que, simplemente por ser predicador o pastor, goza de un acceso superior al trono de la gracia. Esta tendencia bien podría ser la base para que una persona, aprovechándose de la ingenuidad de los oyentes, forme su propio grupo.

Frente a tales tendencias ofrecemos varios consejos:


    a)      Ser escéptico cuando alguien declara: «Dios me dijo».
Pablo mandó a los tesalonisences, «examinadlo todo; retened lo bueno» (1Ts. 5:21).

    b)      Resistir la tentación de responder a ilustraciones e historias que simplemente apelan a las emociones.
En su lugar, prestar cuidadosa atención al contenido del mensaje y preguntar si las historias ilustran el pasaje o bien sólo recurren al elemento emocional. Es posible evaluar las palabras por medio de las Escrituras pero no existe lo mismo para evaluar las emociones.

    c)      Estar alerta cuando un predicador «usa» (en realidad abusa) de la Escritura en vez de predicar o exponer la Biblia. Cuando una persona cita la Biblia para apoyar sus argumentos, hay que seguir el ejemplo de la gente de Berea (Hechos 17:10–11), investigar si lo que dice es verdad.

Existen varias maneras comunes de usar la Biblia para fines propios en vez de exponer la Palabra de Dios. Menciono cuatro de los más comunes.

En primer lugar, lo más usual es valerse de pasajes fuera de su contexto bíblico.
Empleando versículos fuera de contexto, es factible alegar que algo es Palabra de Dios cuando en realidad se persuade a la gente a creer una mentira.

 El segundo es el método alegórico de interpretar la Biblia en el que cada personaje, objeto o evento representa o significa algo más.
Por ejemplo, escuché a un predicador utilizar la historia de Abigaíl, Nabal y David (1S. 25) en un sentido alegórico. En dicho mensaje David representaba a Dios, Abigaíl al alma humana (o posiblemente al Espíritu Santo, no estaba claro) y Nabal la carne (la naturaleza humana). La idea principal era que hay que crucificar la carne (Dios mató a Nabal). Como consecuencia, Abigaíl y David deben casarse, es decir tiene que haber comunión entre la persona y Dios. Ahora bien, hay excelentes lecciones en este pasaje pero esta alegoría no es una de ellas. Es fácil entender cómo es posible «lavar el cerebro» de la gente valiéndose del método alegórico porque éste se presta para cualquier enseñanza.

La tercera desviación en la predicación de la Biblia que es común en las sectas es tergiversar el pasaje para que respalde conceptos propios.
Fui testigo cuando un predicador (que ya ha establecido su propio grupito) predicó un mensaje sobre Romanos 12. Nuestro hijo, Joel, quien en aquel entonces tenía sólo 12 años, comentó: «Papi, me parece que el pasaje enseña lo contrario de lo que el predicador dijo esta mañana». ¡Joel tenía razón!

Finalmente, hay predicadores que creen que los oyentes deben aceptar lo que ellos dicen sencillamente porque ellos mismos lo han dicho. En efecto, lo que han hecho es sustituir la Palabra de Dios con su propia palabra.

         Por qué es difícil salir de una secta

1. Algunos temen salir debido a lo que les pasaría a ellos y a su familia.
El libro de Hebreos es una exhortación a los destinatarios a perseverar, a seguir en la gracia y a no volver a obras muertas. Los hebreos habían salido de su vida de legalismo y habían entrado en la gracia del Señor, cuando inesperadamente las cosas cambiaron. No solamente fueron perseguidos por los romanos por ser judíos, sino también perseguidos por los judíos por ser seguidores del Mesías. Seguramente lo que pasó por sus mentes fue algo como: «¿Está Dios enojado con nosotros por haber salido de la »sinagoga» (la iglesia madre)? ¡Volvamos a ella!»

Las personas atrapadas en una secta han sido instruidas para creer que «aquí» (en la secta) Dios las ama y las bendice; y «allí» (fuera de la secta) Dios no las ama y tal vez las envíe al infierno. Además, muchos creen en la eficacia de las maldiciones. Al salir de una secta, cualquier cosa insólita que les sucede los lleva a creer que es resultado de una maldición instigada por el grupo. Sin duda ese temor (de una maldición) infundado por parte de muchos sectarios es el fundamento de la decisión de no salir.

2. El apóstol (ungido, siervo, profeta o cómo se llame) se ha sentado «en la cátedra de Moisés» (Mateo 23:2), es decir ha convencido a la gente de que él mismo posee la máxima autoridad y es vocero de Dios. ¿Quién se atrevería a contradecir al vocero de Dios?

Este líder «explota necesidades universales: el ansia de parte de algo, el deseo de cierto orden y seguridad, el querer conectarse con algo más grande que uno, el anhelo secreto de hallar un padre solícito que ofrezca protección y bienestar».

3. Si la secta logra uno de sus propósitos, el interlocutor ha sido apartado de sus familiares y amigos. 
 Este aislamiento causa que la persona esté más ligada al grupo y sea menos capaz de existir sin el grupo. Después de haber tomado la decisión de apartarse de la secta, la muchacha que cuenta su historia en el capítulo 11 permaneció otros seis meses porque «estaba sin amigos».

Un hecho notable a la lucha de quienes quieren salir de una secta lo constituyen aquellos que después de escaparse luchan para encontrar una nueva iglesia. Uno de los motivos se ilustra con la experiencia de un adolescente en México. Después de haber sido engatusado por una secta durante más de dos años, entró en razón, se dio cuenta de que el grupo estaba manipulando su vida y pudo salir. Cuando acudió a mí para pedir ayuda, andaba de iglesia en iglesia, no queriendo echar raíces en ninguna porque, decía, «ya no puedo confiar en nadie, y menos en los líderes».

Otro joven, después de haber salido de una situación similar, me explicó que tampoco se tenía confianza como para tomar la decisión de seleccionar una nueva iglesia. Confesó sentirse paralizado emocionalmente.

Cuando se juntan los varios ingredientes presentados en este capítulo: gente sincera pero crédula, la astucia de Satanás, el encanto del legalismo, las promesas de las sectas, la sagacidad del lavado de cerebro (ver capítulo siguiente), la desesperación de la gente por encontrarle sentido a la vida, la satisfacción al imaginar que uno está en presencia del «vocero de Dios», uno comienza a comprender por qué la gente entra en el mundo de las sectas y por qué simplemente no las abandonan cuando se dan cuenta de que se trata de sectas.


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