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martes, 22 de enero de 2013

Un estudio Bíblico Teológico sobre Cristo y su Iglesia en el Libro de Rut: Estudios grupales


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. biblias y miles de comentarios
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información
 TABLA DE CONTENIDO


INTRODUCCIÓN

LECCIÓN 1: EL ES JEHOVÁ TU DIOS
1.1.  SOBERANO EN SU CREACIÓN
1.2.  INCOMPRENSIBLE EN SU CARÁCTER
1.3.  TODOPODEROSO EN SU ACCIÓN

LECCIÓN 2: MISERICORDIA Y DESCANSO
2.1.  TU TIERRA SERÁ MI TIERRA
2.2.  TU PUEBLO SERÁ MI PUEBLO
2.3.  TU DIOS SERÁ MI DIOS

LECCIÓN 3: EL ES JEHOVÁ TU PROTECTOR
3.1.  HAY GRACIA EN SUS OJOS
3.2.  HAY REFUGIO EN SUS ALAS
3.3.  HAY PROVISIÓN EN SU ERA

LECCIÓN 4: BENDICIÓN Y REFUGIO
4.1.  UN CAMPO DONDE ESPIGAR
4.2.  UNAS CRIADAS CON QUIENES TRABAJAR
4.3.  UNA CASA DONDE VIVIR

LECCIÓN 5: EL ES JEHOVÁ TU REDENTOR
5.1.  YO TE REDIMIRÉ, DESCANSA…
5.2.  BENDITA SEAS TÚ, HIJA MÍA…
5.3.  NO DESCANSARÉ Y CONCLUIRÉ…  
LECCIÓN 6: SALVACIÓN Y SEGURIDAD
6.1.  LE EXTIENDE SU MANTO
6.2.  LE DA SEGURIDAD Y DESCANSO
6.3.  LE LLENA SUS MANOS VACÍAS

LECCIÓN 7: EL ES JEHOVÁ TU SEÑOR
7.1.  DA RENOMBRE ETERNO
7.2.  DA HERENCIA ETERNA
7.3.  DA PROSPERIDAD ETERNA

LECCIÓN 8: HERENCIA Y POSTERIDAD
8.1.  SU NOMBRE RESTAURADO
8.2.  SU POSESIÓN REDIMIDA
8.3.  SU POSICIÓN PROMOVIDA

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
GUÍA DEL ESTUDIANTE Y FACILITADOR
ANEXOS

Al comenzar a estudiar este sensacional libro, es pertinente, reconocer su valor histórico,
bíblico y teológico. En consecuencia, en estas dos primeras lecciones consideraremos
aspectos relacionados con el carácter soberano y trascendental de Dios. En este sentido,
reconoceremos que el Señor tiene el control de todo cuanto existe; nada sucede sin su
designio. También, confesaremos que las cosas que vemos, vivimos y conocemos son
magistralmente, controladas, ejecutadas o permitidas por el Dios del universo. Lo cual
indica, que el hilo conductor de los acontecimientos y circunstancias, esta sostenido y
manejado por sus manos misericordiosas, justas y sabias.

La aceptación de su soberanía en todo cuanto existe, nos permitirá descansar en sus sabios
y cariñosos planes. También, nos invitará  en todo momento de nuestra vida a rendir
adoración, reconocimiento y servicio a su majestad. Solo un Dios soberano, controla todas
las cosas, porque Él mismo las ha decretado. Nadie puede conocer los acontecimientos de
la historia, si no es su autor. No obstante, el único y soberano Dios, conoce todas las cosas
y se complace en ejecutarlas para su propia  gloria. O usa los medios que Él mismo ha
establecido, para que esas cosas se realicen, de igual forma, para su única y gran gloria.

Al acercarnos al libro de Rut, descubriremos en sus líneas, no solo las maravillas de esta
historia, si no también aspectos de la vida de Israel, vida familiar, principios de relaciones y
fidelidad. Lo más fascinante y alentador es ver la mano de Dios guiando, dirigiendo y
haciendo que las cosas que  han sido decretadas y preestablecidas sean realidad en el
tiempo, circunstancias y condiciones como se han planeado. Además, nos permite conocer
a Dios, revelado en las cosas creadas y manifestado en forma providencial para guiar y
sustentar a los suyos. En este sentido, el capítulo primero de este libro, nos adentrará en
aspectos relacionados con su carácter, designios y su plan redentor para sus hijos. 

Para la realización de este estudio, es imprescindible leer el capítulo uno del libro de Rut
una y otra vez. Al leerlo debemos hacerlo en clave teológica. Es decir, se debe identificar,
resaltar y meditar en aquellos aspectos, decisiones y acciones directas o indirectas que lo
revelan como el Dios en la Biblia. De esta  forma, será posible reconocer su soberanía,
carácter y providencia diaria en todas las cosas y acontecimientos. Por consiguiente, nos
será posible, valorar su control absoluto y descansar en sus sabios planes. 

1.1.  SOBERANO EN SU CREACIÓN

El capítulo comienza hablando de un acontecimiento histórico y real. Aconteció en un lugar
y tiempo específico. Además, nos muestra las consecuencias reales y circunstanciales
vividas por quienes afrontaron  esta situación de hambre.  “Aconteció en los días que
gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra…” (Vs. 1). Pese a que el hambre es
consecuencia del pecado, no obstante, el Dios soberano la permite para manifestar su poder,
demostrar su juicio y expresar su gran poder y provisión. Podemos decir, que la situación
de hambre por la que pasó, por lo menos esta parte del pueblo de Israel, fue una expresión
de la soberanía divina para revelarnos su poder. Es interesente, anotar, que el alimento, por
ser una necesidad básica, moviliza a toda persona. En este caso a quienes están afrontando
la escasez y se ven abocados a ir a lugares donde haya alimentos suficientes.

Debemos resaltar que en varias partes en la  Biblia se registran situaciones de hambre por
las cuales pasó la tierra, no solo los del pueblo escogido. Esto nos permite reafirmar, que
las condiciones naturales, por las que el Señor permite que pasemos revelan la grandeza de
Dios sobre las cosas creadas. Él tiene el control sobre su creación de tal forma, que la hace
producir fruto en abundancia en algunas épocas, o la hace improductiva y estéril. 

En tiempos de Abram hubo hambre en su tierra y tuvo que ir a Egipto en busca de
alimentos; “Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar
allá; porque era grande el hambre en la tierra” (Gén. 12:10). Hubo hambre en Egipto, en
los días de José hijo de Jacob; “Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como Joséhabía dicho; y hubo hambre en todos los países…” (Gén. 41:54). Durante el reinado de
David, hubo hambre en Israel;  “Hubo hambre en los días de David por tres años
consecutivos” (2 Sm. 21:1). Los profetas Elías y Eliseo también sufrieron las penurias de
periodos de hambre; “…Y el hambre era grave en Samaria” (1 Ry. 18:2), “Eliseo volvió a
Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra” (2 Ry. 4:38). “Y hubo gran hambre
en Samaria, a consecuencia de aquel sitio” (2 Ry. 6:25).

También el profeta Jeremías sufrió los rigores del hambre;  “…porque allí morirá de
hambre, pues no hay más pan en la ciudad” y  “…prevaleció el hambre en la ciudad, hasta
no haber pan para el pueblo” (Jer. 28:9; 52:6). En el Nuevo Testamento, la Biblia registra
un periodo de hambre, el cual afectó a los cristianos; “Y levantándose uno de ellos, llamado
Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra
habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio” (Hc. 11:28).

Respecto a situaciones de hambre en la tierra, de la cual Noemí y su familia son afectadas,
hemos de notar que manifiestan la soberanía de Dios sobre su creación. Es el Señor mismo,
quien permite periodos de hambre y escasez para llamar a su pueblo al arrepentimiento;
juzgar a los reprobados; disciplinar a sus hijos y manifestar su maravillosa providencia para
con ellos. Eso nos muestran los siguientes textos: “…porque Jehová ha llamado el hambre,
la cual vendrá sobre la tierra por siete años” (2 Ry. 8:1). “Trajo hambre sobre la tierra, y
quebrantó todo sustento de pan” (Sal. 105:16).  “Así, pues, ha dicho Jehová de los
ejércitos: He aquí que yo los castigaré; los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas
morirán de hambre” y “Y enviaré sobre ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean
exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres” (Jer. 11:22; 24:10).

Otra de las manifestaciones de la soberanía y  control del Señor aun en el hambre, es la
provisión de la cual Él nos colma, para su gloria y nuestra bendición. Por lo menos, eso es
lo que nos indica la Escritura.  “Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que
buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien” (Sal. 34:10). “Jehová no dejará padecer
hambre al justo; Mas la iniquidad lanzará a los impíos” (Pv. 10:3).

La gracia soberana de Dios para con sus hijos, se manifiesta no solo en ordenar a la
naturaleza que actúe de acuerdo a sus designios, sino en sustentar a sus seguidores en
medio de las situaciones que parecen hostiles y adversas. En este sentido, podemos percibir
la soberanía del Señor, en el desplazamiento de esta familia a Moab y posteriormente, en la
muerte de los tres hombres de la familia judía. “…Y un varón de Belén de Judá fue a morar
en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos” (Vs. 1).

Muchos de nosotros, tenemos dificultad en ver la soberanía de Dios en la muerte de
nuestros seres queridos y en condiciones de pobreza, dolor y angustia. “Y murió Elimelec,
marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos… Y murieron también los dos, Mahlón y
Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido” (Vs. 3-5).
Al ser desterrados por razones naturales o antinaturales, y afrontar  la condición de otras
condiciones de vida, nos preguntamos ¿dónde está el Señor en todo esto?

Sin embargo, para quienes son guiados por el Señor, todas las cosas conducen a la vida y la
esperanza. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto
es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rm. 8:28). En este sentido, el
hambre, muerte, dolor y sufrimiento son elementos llenos de soberanía, usados por Dios
para el trato con sus hijos. Afirmar esto, desde la periferia es fácil. Sin embargo, cuando
estamos en el fragor de la prueba, la situación se torna distinta e incomprensible.

Un Dios soberano, dirige con cuerdas invisibles de amor y providencia a sus hijos. Eso es
lo que vemos con la dirección que da paso a paso a las decisiones, acciones y adversidades
en la vida de Noemí, Rut y su familia. Cada detalle, por sencillo que parezca, esta
enmarcado dentro del cuidado  amoroso, tierno, extraordinario y revelador de Dios. El
hambre en Belén y la posterior abundancia. Soledad y posterior compañía. Amargura y
posterior dulzura. Dolor y posterior esperanza. Pérdida y posterior ganancia. Todas las
situaciones y momentos específicos por los que pasamos a diario, son dirigidos y
encaminados por la cuerda irrompible de su soberanía, control y providencia sobrenatural. 

La casualidad, destino o suerte labrado por uno mismo, pierden sentido, al entender por la
gracia divina, que todo esta determinado  desde antes de la fundación del mundo. En
absoluto, nada sucede por decisión humana. Más bien, todo cuanto acontece a la naturaleza,
vida personal y a toda la creación, es la realidad de la soberanía de Dios. Por lo tanto, no
debemos desanimarnos ante las situaciones inesperadas y complejas de la vida. Debemos
descansar en la gracia soberana del Señor para sus hijos. Noemí y Rut vieron en su propia
vida su dirección. Comprendieron como Él, usa las circunstancias aparentemente adversas,
para ejecutar sus planes preestablecidos y llevar a cabo su perfecta obra.

De igual forma, todo fiel hijo, esta llamado a ver en todas las cosas la voluntad soberana de
Dios, siendo ejecutada para su propia gloria. Un Dios soberano, no es sorprendido por
ninguna cosa, sea natural o no. Por el contrario, Él mismo es quien da la palabra y todas las
cosas suceden. De manera especial, en el capítulo uno, vemos la soberanía maravillosa del
Señor a favor de sus hijos. Usa situaciones de  la vida, para revelarles los inalcanzables
propósitos de sus insondables planes. No debemos descansar hasta que comprendamos los
principios de su majestuosa acción en la vida de sus criaturas y creación.

1.2.  INCOMPRENSIBLE EN SU CARÁCTER

La soberanía de Dios es la expresión de su carácter. En este sentido, al desplegarse su
control poderoso, se pone de manifiesto el carácter del Señor. Cada acción, decisión o
realidad, de la que somos objeto, es la  presentación de acciones características y
perfecciones de Dios. Por lo cual, los eventos  en perspectiva bíblica y teocéntrica, nos
llaman a reconocer, adorar y exaltar una bondad específica del carácter Creador.

Por consiguiente, estudiar el cuidado de Él para sus hijos, es adentrarnos en aspectos de su
ser y obrar. Consideremos algunos de los aspectos de la esencia de Dios, manifiestos en el
capítulo uno. En esta lección se exalta la soberanía en los eventos históricos. También, su
providencia. Esta tiene que ver con su provisión para el sustento de la creación y las cosas
creadas. Consideremos las implicaciones y alcances de la providencia divina. 

Dios, el Gran Creador de todo, sostiene (Hb.  1:3) dirige, dispone, y  gobierna a todas las
criaturas, acciones y cosas (Dn. 4:34,35; Sal. 135:6; Hc. 17:25-28; Job 38-41) desde la más
grande hasta la más pequeña (Mt. 10:29-31),  por su sabia y santa providencia (Pv. 15:3;
Sal. 145:17; 104:24), conforme a su presciencia infalible (Hc. 15:18; Sal. 94:8-11) y al libre
e inmutable consejo de su propia voluntad (Ef. 1:11; Sal. 33:10,11), para la alabanza de la
gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia (Ef. 3:10; Rm. 9:17; Sal.
145:7; Is. 63:14; Gén. 45:7) (Westminster, Cap. 5).

En este sentido, podemos argumentar que la descripción característica de Dios presentada
en este libro, indica ampliamente, el cuidado y seguridad que Dios tiene de las cosas
creadas, incluido el hombre y la mujer. Por lo cual, vemos en el capítulo uno, el accionar
del Señor a favor de los suyos. Al proveer un sitio donde  vivir temporalmente, al dar
compañía y consuelo a la viuda y al facilitar el regreso de Noemí y Rut a tierra de Belén.

Pese al despliegue grandioso de Dios para sus hijas, es interesante ver la incomprensión que
tienen de su extraordinario y providencial accionar. Noemí no entiende el sufrimiento, las
pérdidas, los desplazamientos. Por tanto, entra en un estado de profunda depresión y
confusión. Recordemos que en su providencia, Él mismo establece los fines y los medios,
por los cuales se han de realizar sus planes (Hc. 27:31,44; Os. 2:21,22) a pesar de esto, Él
es libre para obrar sin los medios (Os. 1:7; Mt. 4:4; Job 34:10), sobre ellos (Rm. 4:19-21) y
contra ellos, según le plazca (2 Ry. 6:6; Dn. 3:27) (Westminster, Cap. 5).

En consecuencia, solemos hacer muchas preguntas ante las situaciones que soberanamente
han sido planeadas, cuando las sufrimos en carne propia. Lo que se pone de manifiesto es la
incomprensión, insatisfacción y desacuerdo ante sus sabias y justas decisiones. Noemí no es
la excepción. “¿para qué habéis de ir conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, que
puedan ser vuestros maridos? …porque yo  ya soy vieja para tener marido. Y aunque
dijese: Esperanza tengo, y esta noche estuviese con marido, y aun diese a luz hijos,
¿habíais vosotras de esperarlos hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros sin casar
por amor a ellos?...” (Vs. 11-13). Aunque su razonamiento es veraz dentro de la lógica humana, no lo es así, desde la óptica divina. Podemos afirmar que Noemí, estaba muy
preocupada por resolver su soledad, viudez y falta de hijos por su propia cuenta; para sí
misma y para sus abnegadas nueras.

Se hace interesante, reconocer que los creyentes, ante la incomprensión de la gracia de Dios
en las circunstancias adversas, son tentados a confundirse y  a buscar remediar esas cosas
por sus propios medios ineficaces y pecaminosos. También, a culpar al Señor por su trato
hacía ellos. Al igual que Noemí, nos desahogamos, no reconociendo nuestras faltas, sino
expresando la amargura y aflicción ante Dios. Tendemos a quejarnos, y descargar  nuestra
amarga situación, ante el justo y bondadoso Señor. “No, hijas mías; que mayor amargura
tengo yo que vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí” (Vs. 13).

Al llegar a la tierra natal, Noemí es recibida en Belén con sorpresa y admiración.
“Anduvieron, pues, ellas dos hasta que llegaron a Belén; y aconteció que habiendo entrado
en Belén, toda la ciudad se conmovió por causa de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemí?”
(Vs. 19). Lo interesante, es notar que esa sorpresa es por la  apariencia que reflejaba esta
abatida mujer. Es allí, cuando ella, saca a la luz toda la amargura, dolor y pesadumbre que
le agobian. “Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en
grande amargura me ha puesto el Todopoderoso” (Vs. 20). 

Es nuevamente en casa, cuando puede procesar las pérdidas y ser consolada. Allí da rienda
suelta a su sufrimiento. Puede hablar libremente, aunque sea de los amargos días que esta
pasando. “Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me
llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el  Todopoderoso me ha
afligido?” (Vs. 21). Después de largos días de caminar en silencio, meditando su
sufrimiento, con la compañía silenciosa de su nuera Rut, ahora en Belén, exterioriza el
dolor y la motivación que la traen de regreso. Llora su dolor y sus muertos. Es en Belén,
donde comprende la totalidad de sus pérdidas y completa la elaboración del duelo.

Cuan interesente es que al manifestar su dolor y sufrimiento, Noemí reconoce la soberanía
del Señor en cumplir su voluntad en ella, pese a ser dolorosa. Reconoce que todo ha venido
de Dios. No atribuye ninguna mala decisión  de su parte o de su esposo, aunque fuera
posible. Por el contrario, exclama que el mismo Señor quien la sacó de Belén con las manos
llenas, la regresa con las manos vacías. Este reconocimiento indica el grado de madurez al
que ha sido llevada Noemí. No protesta contra Dios, si no que reconoce amargamente su
soberanía. No se silencia ante sus coterráneos, si no que expresa su incomprensión ante las
decisiones del Señor que le han sido dolorosas, con sabia y pública confesión.

Noemí no entiende como ahora todo ha cambiado. Se expresan muchos contrastes valiosos
para la comprensión de este cuadro de sufrimiento. La familia sale de Belén, casa del pan,
porque hay hambre. Llegan a Moab y se establecen con el infortunio para Noemí, de perder
a su esposo y sus dos hijos. Su nombre que significa placentera, se ha convertido en
amargura. Salió llena de esperanza, regresa vacía y en aflicción (Vílchez, 1998, pp. 84-85).

En realidad ¿Dios aflige a sus hijos? Aunque muchas personas consideran que un Dios
justo y bueno no puede afligir a sus hijos, no  obstante, vemos en este cuadro, la verdad
sobre el asunto. La aflicción es uno de los medios que Él emplea para manifestar su poder,
disciplinar a sus hijos y para glorificarse en medio de nuestras amarguras. Como en el caso
de Job, hay una incomprensión por parte de  Noemí de la realidad del sufrimiento. No
obstante, en el cuadro dramático de Job, se nos revela el origen celestial  y los propósitos
divinos del infortunio. En el caso de Noemí no hay esa información, que daría respuesta a
los lectores de las razones soberanas y celestiales que promovieron el dolor.

Noemí, está considerando la realidad presente con sus ojos de mujer. Sus ojos ven dolor,
pérdida, aflicción, amargura. Parece que ella, cree lo que muchos creen, respecto a la vida,
y es que todo tiempo pasado fue mejor. Al mirar atrás, quisiera regresar el tiempo y
continuar disfrutando de lo que a su juicio era más placentero. Sin embargo, desde la óptica
celestial, no ha acontecido nada que no contribuya para la  gloria de Dios y para la
bendición de Noemí y el pueblo escogido. Al respecto la Confesión de fe dice: “Aunque on respecto a la presciencia y decreto de  Dios, quien es la primera, todas las cosas
sucederán inmutable e infaliblemente (Hc. 2:23); sin embargo, por la misma providencia las
ha ordenado de tal manera, que sucederán  conforme a la naturaleza de las causas
secundarias, sea necesaria, libre o contingentemente (Gén. 8:22; Jer. 31:35; Ex. 21:13; Dt.
19:5; 1 Ry. 22:28,34; Is. 10:6,7) (Westminster, Cap. 5).

Ante el egoísmo de Noemí, y el de todos nosotros ante el sufrimiento, Dios responde. Sin
embargo, por nuestra dureza de corazón, vemos su respuesta después de mucho dolor y
amargura. En este sentido, para los hijos de Dios, todo tiempo por venir será mejor, porque
es la oportunidad para conocer más al Señor y disfrutar de sus hermosas decisiones
providentes, justas y soberanas. Además, lo que podemos aprender de Noemí y de todo hijo
de Dios, que es pasado por el sufrimiento y la aparente soledad, es como mientras nosotros
pensamos en sí mismos, Dios está tejiendo su proyecto redentor para todos los elegidos. En
consecuencia, no debemos preocuparnos y dolernos por lo que nos pasa, si no llenarnos de
gozo y alegría, por las cosas que el Señor está ejecutando para su gloria y la bendición de
muchos, en medio de nuestra incomprensión y confusión.

Lo altamente significativo y admirable es la  forma como el Dios soberano y fiel, usa la
incomprensión y el dolor nuestro para tejer sus maravillosos planes. También, podemos
gozarnos, porque en medio de nuestra dureza  para comprender el accionar divino, Él
permanece fiel a su palabra y a sus planes preestablecidos. Lo que no sabía Noemí, es que
su dolor y sufrimiento amargo, eran parte del precio que debía pagar por ir a tierra
extranjera y anunciar el plan redentor a los moabitas; de los cuales algunos, como es el caso
de Rut sería incluida en los hijos de Dios  y traída al pueblo del  pacto a vivir bajo la
promesa de salvación y vida abundante. 

Nos podemos preguntar ¿era consciente Noemí, que estaba siendo  dirigida por Dios?
¿Comprendía que su dolor era necesario para que Rut fuera traída a reconocer el señorí o del
Dios de Israel en su vida? ¿Si no hubieran muerto su esposo y sus dos hijos, Noemí hubiera
intentado regresar a Belén? ¿Se había establecido tanto Noemí, en Moab, que el Señor le quitó su familia, para que se viera obligada  a regresar? ¿No percibes en todo esto, la
dirección soberana de Dios para esta humilde y valiente mujer?

Podemos concluir esta sección diciendo, que pese a la amargura que nos causen las
decisiones de Dios en nuestra vida, aun así, todos sus hijos estamos siendo guiados por el
Señor. Además, estamos llamados a reconocer su carácter y aprender de su provisión en
medio de la más amarga incomprensión. Esa es una de las conclusiones a las cuales llega
Job al final del sufrimiento. Éste, le ha servido para conocer más del Señor a quien amaba y
para comprender sus inmensos designios y depender de sus maravillosos propósitos.

No es necesario entender los planes de Dios  para deleitarnos en ellos. No es necesario
definir la dirección que Él esta dando a nuestra vida, para depender de Él. No debemos
esperar a tener placer en todas las cosas, para aceptar que somos sustentados por Él.
Muchas veces Dios usa el dolor y sufrimiento nuestro para dar alegría y placer a muchos.
Ese es el caso de José, esclavo en Egipto, también el de Job, los discípulos y centenares de
creyentes en todo el mundo. Al igual que Noemí, la amargura temporal y la aparente
pérdida, son ampliamente recompensadas por el generoso y buen Dios.

En este sentido, podemos reiterar que Dios  siempre tiene cuidado de los suyos, aunque
éstos no lo vean y comprendan. En medio de la aflicción, amargura y vergüenza nuestra, el
Señor está haciendo sonar la melodía de su incomparable propósito redentor. Las notas de
sus bondadosos planes, suenan en medio de nuestros desafinados gritos de incomprensión
ante su dulce sinfonía. Por lo cual, debemos descansar en sus brazos y refugiarnos plácida y
confiadamente en su carácter inmutable. Noemí, es un claro ejemplo de la forma como Dios
nos revela su carácter, en medio de la admiración de los demás y la incomprensión
personal, por la forma como somos tocados y afectados por las situaciones de la vida.  

Recuerda, Dios siempre tiene un campo con cosecha y una mesa servida, luego de pasarnos 
por el desierto triste y doloroso. Por lo cual, debemos estar expectantes por el desarrollo de
los siguientes capítulos en la vida de Noemí  y Rut. El cuidado providencial de Dios, ha vuelto a traer a Noemí a la casa del pan: Belén, para ser alimentada y nutrida con los
suculentos manjares de la casa, bajo el cuidado paternal y providencial de Dios. Podemos
afirmar, en consecuencia, según lo dice la Confesión de fe; que “así como la providencia de
Dios alcanza, en general a todas las criaturas, así también de un modo especial cuida a su
Iglesia y dispone todas las cosas para el bien de ella (1 Tm. 4:10; Amos 9:8,9; Rm. 8:28; Is.
43:3-5,14)” (Westminster, Cap. 5).
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