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jueves, 21 de abril de 2016

No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuere la justicia, entonces por demás murió Cristo

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Consecuencias de una mala decisión
La consecuencia fatal de volver a las obras de la ley
Gálatas 5:2–15

En Gálatas 1 y 2 Pablo presentó las credenciales de su apostolado para apoyar su mensaje de la Cruz. En Gálatas 3 y 4 defendió la exclusividad de la fe y la gracia de Dios en contra de las restricciones y condenas de la ley. Ahora, en Gálatas 5 y 6, establecerá cómo andar en la libertad del Espíritu Santo. De esta manera, pone la vida victoriosa en agudo contraste con las obras de la carne provocadas por la ley.

Pablo ha comprobado su tesis principal: agregar algo, sea lo que sea, a la obra de Cristo en la Cruz es anular dicha obra de gracia. Volver a la esclavitud de la ley y las obras humanas es relegar la obra de Cristo a la basura. Tal rumbo tornaría la gracia de Dios en un error monumental divino. “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuere la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21). Tan colosal error no puede ser posible nunca.

Pablo define el resultado definitivo de tal vuelta atrás (Gálatas 5:2–6)
El Apóstol a los gentiles habla ex cátedra (desde el tribunal del juez final) al pronunciar la sentencia para aquellos que vuelven a la ley. “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo” (5:2). Es como una bomba por destallar. No hay grados ni medidas de provecho en Cristo.

Al decir “si” tenemos en griego una condición futura vívida de la tercera clase que implica una perspectiva de la responsabilidad humana de lo que se teme que pueda ser posible, sin que necesariamente haya ocurrido. Esto explica el afán de Pablo y su profunda urgencia al decir algo tan extremo. Su tono se vuelve severo, sin embargo espera en Dios que no llegue a ocurrir ese fin tan desastroso.

El argumento es: “Circuncisión es el sello de la ley. El que de buena voluntad y deliberadamente se deja circuncidar entra en un pacto con la ley. Al entrar en ese pacto para cumplir con toda la ley, uno sigue obligado a someterse a ella y no puede pedir más la gracia de Cristo porque ya entró en otro modo de justificación”.

Tan claro es el argumento que lo repite casi al pie de la letra en el verso tres. Hace hincapié en el hecho de que si los gálatas llegaran a tomar ese rumbo hacia la ley, anularían y harían impotente la obra de Cristo. Esto es más que serio; es desastroso. Es el mismo verbo “katargeo” usado en Romanos 6:6 “destruir, anular”. “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (v. 4).

Pablo habla en términos sólo de la doctrina de la justificación y no de la condición espiritual actual de los gálatas. Más adelante va a esperar su perseverancia en la gracia en Gálatas 5:10: “Yo confío respecto a vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo…” Esto no tiene nada que ver con lo que algunos interpretan como la pérdida de la salvación. El apóstol les advierte de las posibles consecuencias si toman tal rumbo peligrosísimo.

Pablo pone en contraste la posición segura de los verdaderos creyentes al tiempo que se prepara para definir la esencia de nuestra unión con Cristo. “Pues nosotros (esta afirmación incluye a él y a sus amados gálatas 4:19) por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia” (v. 5). Volver a la ley resulta en la pérdida, el abandono de lo que es nuestro mayor tesoro.

En estos dos versos Pablo vuelve a la tríada bendita de la fe, la esperanza y el amor. En unión con Cristo mantenida por fe, no por las obras de la ley, Dios nos garantiza el ministerio del Espíritu Santo, haciéndonos capaces de esperar con toda certidumbre la plena herencia nuestra en Cristo. 

Estas tres virtudes --disponibles en unión con Cristo-- deben mantenerse en su debido balance. “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (v. 6).

Su oposición fuerte frente a la circuncisión en Gálatas 5:2–4 es evidente; tal acto del rito judaico tomado con base en la ley resultaría en las obras como si fuesen la manera de alcanzar la justicia ante Dios. Pero ya en unión con Cristo basta él solo en todo sentido; luego tal rito presente o ausente ni agrega nada ni quita nada.

En lugar de las obras humanas, ahora tenemos a nuestro favor la suficiencia de la obra de Cristo. La fe viene siendo la base de su operación y produce el amor y la justicia que resultan en nuestras muchas ganas esperando nuestra esperanza segurísima.

Aquí Pablo y Santiago coinciden. Pablo pone el énfasis en la fe redentora concedida por el Espíritu que resulta en el amor hacia Dios y su prójimo, es decir, en obras que dan evidencia de la verdadera fe. Santiago niega la fe falsa, es decir, quien meramente dice que tiene fe y no la pone en acción hacia los demás (Santiago 2:19–26). Santiago habla de la fe ficticia y la verdadera; Pablo sólo habla de la fe verdadera que produce el fruto del amor y la justicia que nos conduce a nuestra bienaventuranza, la venida inminente de Cristo.

Otra advertencia del corazón de Pablo y otra condena del judaizante (Gálatas 5:7–12)
Pablo vez tras vez apela a sus amados hijos en la fe. Así empezó la carta. “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (1:6). “¡O gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad?” (3:1). “Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros” (4:11). “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (4:19).

Vuelve a su ansiedad espiritual. “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? (5:7). La figura literaria es de un corredor bloqueado por otro corredor que hace que se pierda su ritmo y posición. También el verbo es del ambiente militar, algo que impide atravesar el camino.

Pablo afirma que tal persuasión no viene de Dios sino de unos pocos a los que describe como levadura, símbolo que es interpretado siempre como malo, pues adultera o echa a perder toda la masa (1 Corintios 5:7). Pablo confía en Dios, tiene su esperanza en él, no en los méritos de los hermanos. Pero, sea quien sea quien los perturbe, sea juzgado por Dios. Como en los salmos imprecatorios no es malo desear que el malo sea juzgado severamente por Dios quien es siempre el juez justo y santo a la vez.

Pablo niega las alegaciones falsas que los judaizantes lanzan contra él (Gálatas 5:11–12)

De repente parece que hay cambio de rumbo. Nos falta el trasfondo para desenredar las alegaciones. Se supone que sus enemigos usaban lo de Timoteo y su circuncisión para acusar a Pablo de hipocresía. Decían que predicaba en contra de la circuncisión, pero lo practicaba él mismo.

Pablo responde: “Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿Por qué padezco persecución todavía? En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz” (5:11). El uso de “si” es una condición de primera clase sólo por el argumento. Lo de circuncidar a Timoteo fue al empezar el segundo viaje misionero. “Quiso Pablo que éste (Timoteo) fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego” (Hechos 16:3).

Pero Lucas, el autor de los Hechos, clarifica que Pablo lo hizo como una preventiva de futuros problemas cuando aún predicaba primero a los judíos en las sinagogas. Lucas aclara que la madre de Timoteo era judía, pero su padre gentil y posiblemente no creyente; Timoteo, al nacer de un matrimonio mixto, no habría sido circuncidado. Pablo lo ordenó sólo en aquel aislado caso para prevenir complicaciones en su ministerio que apenas comenzaba.

Luego ante el Concilio de Jerusalén cuando Bernabé y Pablo subieron a Jerusalén para tratar el problema acalorado de la ley y la circuncisión (Hechos 15:1–35), llevaron a Tito, un gentil. “Mas aun Tito, que estaba conmigo, y con todo y ser griego, no fue obligado a circundarse; y esto a pesar de los falsos hermanos… a los cuales ni por un momento, accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros (Gálatas 2:3, 5). Pablo tenía razón en diferenciar los dos casos.

El primer caso involucró un medio gentil, Timoteo, uniéndose a un equipo de judíos para empezar el ministerio en la sinagoga de los judíos. Fue un acto aislado motivado por la discreción y prudencia. El segundo caso fue que el Concilio iba a resolver el mismo problema de la ley; aquí triunfó la gracia de Dios sin ningún compromiso para con los judaizantes.

El escándalo de la Cruz, una verdad reinante (Gálatas 5:11)
Al referirse a esto, Pablo hace a los gálatas la pregunta lógica: “Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? Y luego introduce una verdad fundamental: en tal caso si fuera así, se ha quitado el tropiezo de la cruz. La palabra original nos da la idea del escándalo de la Cruz. Originalmente la palabra “tropiezo” se refería a una trampa para hacer caer un animal. El evangelio de la gracia de Cristo siempre ha sido tropezadero al mundo, a la carne y al diablo. La Cruz siempre ha generado y generará reacciones negativas. Pablo nunca ha evitado la vergüenza, el escándalo de la Cruz,

Lejos de evitarlo, lo afirma como su corona y jactancia. “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (1 Corintios 1:23). Dios nos libre que jamás seamos ofendidos por el estigma santo de la Cruz de Cristo. “Pero lejos esté de mi gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí y yo al mundo” (Gálatas 6:14). ¡Al terminar la carta, ésta fue la despedida de Pablo a los gálatas!

Para los que perturban a los hermanos y no toleran el escándalo de la Cruz, Pablo les tiene una palabra más. Es bien severa y cortante: “¡Ojalá se mutilasen los que os perturban! ¡Qué sean eunucos! Si su gloria es cortar, que sean cortados. Con tal odio santo Pablo los despacha.

Una palabra de cautela espiritual frente a la libertad Gálatas 5:13–15
Gálatas 5:1 se destaca con el llamado a la libertad. “Estad, pues, firmes, en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Pero ahora Pablo la pone en buena perspectiva bíblica. Gócense de la libertad en Cristo, pero recuerden bien que tal libertad nos hace esclavos de Cristo y al servicio de los demás (Romanos 6:17, 18, 22). “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (5:13).
Es verdadera la libertad, pero no es el libertinaje carnal. El péndulo puede mecerse al otro extremo, pero la vida victoriosa en Cristo es una vida balanceada, gobernada por el amor, la santidad y la humildad.

Hay una nota interesante en la palabra “ocasión”. 
Significa una base militar desde la cual se lanza la guerra. También Pedro más adelante les escribe a los de Galacia (1 Pedro 1:1) y dice: “Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1 Pedro 2:16).

El rol triunfante del Espíritu Santo en el creyente que vive bajo la gracia
En el resto de la epístola Pablo va a hablar muchísimo de la carne (Gálatas 5:16), la vida vieja (Romanos 6:6), la pasada manera de vivir (Efesios 4:22). El tema será el Espíritu Santo y la carne. En estos dos capítulos tendremos un desarrollo práctico de cómo se lleva la vida cristiana.

La ley puede ser a primera vista un vehículo bueno para restringir los deseos de la carne, debido a sus fuertes prohibiciones. Pero Pablo nos recuerda en Colosenses 2:23: “Tales cosas (guardar días y reglas) tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”. Sólo el Espíritu Santo provee la dinámica para sobresalir en la lucha contra la carne, aun en la vida del más santo.

Estos dos capítulos, 5 y 6, nos enseñarán otro factor tantas veces omitido; me refiero a la obra de la Cruz. Tantos hablan del control del Espíritu como si todo dependiese de él. ¡Como si fuera la culpa del Espíritu por no hacer su trabajo al ver tanta carnalidad entre nosotros! Si que él es fiel; el problema es que no le dejamos a él el lugar para que haga su obra santificadora. Gálatas nos recuerda la parte nuestra al dejar que la Cruz, nuestra muerte y resurrección con él, sea el factor acompañante y suplementario a la obra bendita del Espíritu Santo.

Romanos 8:12, 13 ponen en perfecto equilibrio estos dos factores: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas (1) si por el Espíritu (2) hacéis morir las obras de la carne, viviréis”.

La iniciativa es de él, pero la reacción es nuestra por la fe obediente. Es ese perfecto equilibrio y cooperación entre primero lo divino y luego lo humano, dejando siempre que lo divino sea la potencia y lo nuestro la cooperación de nuestra voluntad renovada en Cristo. Todo es de su gracia.

Principios profundos para tomar en cuenta

  1. La ley y la gracia, las buenas obras nuestras y la fe son totalmente incompatibles. No existe la manera de unirlas como la base de nuestra justificación ante Dios (5:2).
  2. Los judaizantes querían confundir a los gálatas al proponerles que agregaran algo más a la obra de Jesús. Pablo les advierte solemnemente que tal camino abandonaría la obra de Cristo. No opera así la justificación ante un Dios santo (5:4).
  3. Pablo se acerca a tal abandono peligrosísimo al sugerir que si procediesen por ese camino, ya habrían caído de la gracia. No lo afirma, pero les advierte y les da la alerta (5:4).
  4. Pero con su corazón pastoral Pablo cree aún que no han dado ese paso, ni que lo darán, porque Dios ha hecho una obra genuina en sus vidas.
  5. Las implicaciones para nosotros son fuertes: la respuesta a la ley y las buenas obras con base en nuestra energía es NO; sin embargo, la fe en la obra suficiente de la Cruz y el Espíritu Santo ameritan un rotundo SÍ. Tal es la vida victoriosa en Cristo que Pablo ampliará en el resto de los capítulos 5 y 6.


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jueves, 3 de octubre de 2013

El error más Frecuente; Ayuda espiritual para el cristiano

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial



                                                                          Un error común     
Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces si no está Dios con él. Juan 3.2

Es evidente que Nicodemo estaba inquieto por lo que veía en la persona de Cristo. Sus compañeros fariseos permanentemente buscaban la manera de desacreditarlo. Nicodemo, sin embargo, procuró hablarle a solas, tomando las precauciones necesarias para que no lo vieran.
La primera frase que pronunció el fariseo revela uno de los más comunes errores en nuestra cultura: creer que las buenas obras son una señal incuestionable de la presencia de Dios en la vida de una persona. Es una de las razones por lo que existe tanta confusión acerca de quiénes son verdaderamente los siervos de Dios entre nosotros. No pasa semana en la cual no converso con alguna persona que señala la abundancia de «señales» en algún ministerio, como clara evidencia de la operación del Espíritu en la vida de algún líder.
Debemos recordar que el enemigo también tiene poder para obrar milagros. Cuando Moisés se presentó delante del faraón y convirtió su vara en serpiente, los magos de la corte hicieron exactamente lo mismo. En Mateo 7.22 Cristo solemnemente advierte que en el día del juicio final se presentarán delante de él personas que le dirán: «Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?», ¡personas que él no conoce! ¡Cuán profundamente defraudados se sentirán al escuchar de la boca de Cristo que él los llama «hacedores de maldad»!
No obstante el contenido dramático de este texto, en veinticinco años de experiencia ministerial he visto al pueblo de Dios seducido una y otra vez por este concepto. Han desfilado por la iglesia un sin número de profetas, sanadores y hacedores de milagros. Deslumbrados por sus obras, no nos detuvimos a pensar que muchos de ellos no mostraban la verdadera señal de una persona consagrada a Dios, aquella señal que el diablo no puede imitar, ni falsificar. Cristo indicó que esta señal es la ÚNICA evidencia de la obra de Dios: haber nacido a una nueva vida por la exclusiva acción del Espíritu Santo.
Es la obra soberana del Espíritu la que produce en el ser humano un corazón regenerado que se manifiesta en actitudes completamente diferentes a la de las personas que viven en tinieblas. En esa vida se podrá ver claramente el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio (Gl 5.22–23). La Palabra claramente señala que los hombres serán conocidos por estos frutos.


Para pensar:
¿Implica esto que todos los que obran milagros son indignos de nuestras confianza? ¡De ninguna manera! Dios ha dado a su pueblo acceso a todas las manifestaciones del Espíritu, incluyendo la posibilidad de obrar milagros, señales y prodigios. No debemos, sin embargo, mirar estas manifestaciones para evaluar si un ministerio es genuino, sino la vida de la persona que está detrás del ministerio. Los que caminan con Dios indefectiblemente tendrán perfume de cosas santas y se verá en sus vidas el mismo carácter del varón de Galilea.
 


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