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viernes, 11 de diciembre de 2015

Ya sea que la práctica sea descrita como “adoración” o “veneración”, o cualquier otro término, el problema es el mismo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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¿Es apropiado dirigirse a los ministros por el titulo de “Reverendo”? 

REVERENDO: Que es digno de reverencia.
REVERENCIA
¿CÓMO EMPIEZO A EXPRESAR REVERENCIA?
1. De la manera en que hablo acerca de Dios.
– No debo hacer bromas del Padre, o del Hijo, ni del Espíritu Santo.
– Nunca debo tomar el nombre de Dios en poco o en vano. Éxodo 20:7


2. De la manera en que sirvo a Dios.
– Todo servicio que hago como para el Señor, es digno de respeto. Colosenses 3:23-24
– Debo pensar en qué manera puedo agradar a Dios con un espíritu de temor y reverencia. 

  Hebreos 12:28

3. De la manera en que manejo la Palabra de Dios.
– Siempre debo estimarla como la Palabra inspirada de Dios. 2 Pedro 1:21 y 2 Timoteo 3:16
– Tengo que tomar su mensaje en serio y actuar a base de ella. Santiago 1:21


4. De la manera en que me comporto durante los servicios de la iglesia.
- Debo evitar platicar con amigos durante los servicios. Zacarías 2:13
– Debo enseñar a los niños la importancia de mostrar reverencia en los cultos.
– Debo procurar llegar a los cultos con una actitud de oración a Dios. Salmos 95:6


5. En la actitud que demuestro durante la oración.
- Una forma de manifestar reverencia en la oración es por inclinar la cabeza y cerrar los ojos.
– Debo evitar la risita o una actitud ligera en tiempo de la oración.


6. En mi comportamiento en un lugar dedicado a la adoración de Dios y la predicación de su Palabra.
- No debo gritar ni correr en el edificio antes ni después de los cultos.
– Debo ayudar a mantener el lugar de adoración limpio y ordenado para así mostrar honra y aprecio a Dios.


REVERENDO 
En la Biblia, la palabra “reverendo” le aplica a Dios y solamente a Dios. En ningun momento esa palabra le aplica a ningun hombre. Salmos 111:9 dice, “El [Dios] ha enviado redención a Su pueblo; Para siempre ha ordenado Su pacto; Santo y reverendo es Su nombre” (versión KJ). La palabra es traducida “temible” en la Nueva Versión King James, y Reina Valera.

Usted no puede encontrar en ningun lugar en el Nuevo Testamento donde Pedro, Pablo, Juan, Santiago o cualquier otro ministro fue alguna vez llamado “reverendo.” De hecho, Cristo prohibe esos titulos (Mat. 23:9).

El uso de titulos religiosos, como los de “Reverendo,” “Padre,” “Su Santidad,” etc., comenzaron en el primer siglo dentro de circulos religiosos cuando una gran apostasia habia comenzado. Fue en ese instante en que los ministros comenzaron a ponerse ellos mismos “en el lugar de Cristo.” Por ellos mismos decidieron darse titulos de divinidad. Los verdaderos siervos de Dios no van a usar esos titulos.

Sin embargo, es apropiado para los ministros ser llamados, “Ancianos,” “Pastor,” “Evangelista,” etc., porque estos son los titulos usados en el Nuevo Testamento.

"¿Es bíblica la veneración a los santos y a María?"

Respuesta:
La Biblia es absolutamente clara en que solo debemos adorar a Dios. Los únicos casos en que alguien más que Dios recibe adoración en la Biblia es cuando se trata de dioses falsos, los cuales son Satanás y sus demonios. Todos los seguidores de Dios el Señor rechazan la adoración. Pedro y los apóstoles se negaron a ser adorados (Hechos 10:25-26; 14:13-14). Los santos ángeles se negaron a ser adorados (Apocalipsis 19:10; 22:9). La respuesta es siempre la misma, “¡Adora a Dios!”

Los Católicos Romanos intentan “desviar” estos claros principios Escriturales, diciendo que ellos no “adoran” a María y a los santos, sino que más bien ellos sólo “veneran” a María y a los santos. El usar una palabra diferente no cambia la esencia de lo que se ha estado haciendo. 

Una definición de “venerar” es “respetar en sumo grado o dar culto.” En ningún lugar en la Biblia se nos dice que rindamos culto a alguien, sino solo a Dios. No hay nada de malo en respetar a aquellos cristianos fieles que se han ido antes que nosotros (ver Hebreos capítulo 11). No hay nada malo con honrar a María como la madre terrenal de Jesús. La Biblia describe a María como “muy favorecida” por Dios (Lucas 1:28). 

 Al mismo tiempo, no hay instrucción en la Biblia de reverenciar a aquellos que se han ido al cielo. Debemos seguir su ejemplo, sí, ¡pero nunca adorarlos, reverenciarlos, o rendirles culto!

Cuando son forzados a admitir que en realidad ellos adoran a María, los católicos argumentarán que ellos adoran a Dios a través de ella, al adorar la maravillosa creación que Dios ha hecho. María, en sus mentes, es la más hermosa y maravillosa creación de Dios, y al alabarla ellos están alabando a su Creador. Para los católicos, esto es análogo a dirigir alabanzas a un artista al alabar su escultura o pintura. El problema con esto, es que Dios explícitamente prohíbe ser adorado a través de las cosas creadas. No debemos inclinarnos y adorar a ninguna cosa que esté arriba en los cielos ni abajo en la tierra (Éxodo 20:4-5). Romanos 1:25 no puede ser más claro: “ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” Sí, Dios ha creado cosas increíbles y maravillosas. Sí, María fue una buena mujer que es digna de nuestro respeto. No, absolutamente no debemos adorar a Dios “vicariamente,” alabando las cosas (o la gente) que Él ha creado. El hacerlo es obviamente idolatría.

La mayor manera en que los católicos “veneran” a María y los santos, es rezándoles. Como la siguiente declaración lo demuestra, el orar a alguien más que a Dios es anti-bíblico. “Es anti-bíblico orar a los santos y a María, ya sea que se ore directamente a María o a los santos, o que se les hagan peticiones como mediadores. Ninguna de estas prácticas es bíblica”. El orar es un acto de adoración. Cuando oramos a Dios, estamos reconociendo que necesitamos Su ayuda. Al dirigir nuestras oraciones a alguien más que no sea Dios, le estamos robando a Dios la gloria que solo le pertenece a Él.

Otra manera en que los católicos “veneran” a María y a los santos es creando estatuas e imágenes de ellos. Muchos católicos usan las imágenes de María o de los santos como “amuletos de la suerte”. Cualquier lectura superficial de la Biblia revelará que esta práctica es un claro acto de idolatría (Éxodo 20:4-6; 1 Corintios 12:12; 1 Juan 5:21). El frotar las cuentas del rosario es idolatría. Prender velas o veladoras ante una estatua o imagen de un santo o de María, es idolatría. El enterrar una estatua de José con la esperanza de vender tu casa (y un sinnúmero más de prácticas católicas), es idolatría.

La terminología no es lo importante. Ya sea que la práctica sea descrita como “adoración” o “veneración”, o cualquier otro término, el problema es el mismo. Cada vez que atribuimos a alguien más algo que pertenece a Dios, es idolatría. En ninguna parte de la Biblia se nos enseña a reverenciar, orar, depender, o “adorar” a alguien que no sea Dios. Debemos adorar solamente a Dios. La gloria, la alabanza y la honra pertenecen a Dios solamente. Solo Dios es merecedor de “... la gloria y la honra y el poder...” (Apocalipsis 4:11). Solo Dios es merecedor de recibir nuestra reverencia, adoración y alabanza (Nehemías 9:6; Apocalipsis 15:4).

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La mujer tiene un espíritu más sensible hacia las cosas de Dios: Es una necesidad congregarse con otros que comparten su fe

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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                                                Mi pareja no es cristiano: ¿qué hago?
Estas páginas tienen su enfoque en la realidad del mundo hispano, aunque se ha comprobado que la situación se da a nivel mundial: en la mayoría de nuestras iglesias hay más cantidad de mujeres que de hombres. Esto se debe, en parte, a que la mujer tiene un espíritu más sensible hacia las cosas de Dios, y siente necesidad de congregarse con otros que comparten su fe.
Al margen de los problemas de orden práctico creados por el mayor porcentaje de creyentes del sexo femenino, surgen asimismo problemas de relación para estas mujeres ––tanto en la iglesia como en el seno de la familia y en la sociedad en general. Los problemas se dan pues ellas intentan vivir su fe sin el apoyo de un esposo cristiano.
Ya en tiempos apostólicos se mencionaba el caso de una mujer con esposo no creyente (mientras que casi no se citaba el caso inverso, quizás por ser menos corriente),* y el mismo Pedro ofrece consejos para una mujer en esa situación (1 Pedro 3).
Distintos son los casos individuales. Bien se ha dicho que cada caso es un mundo. Las situaciones por las que cada uno atraviesa son resultado de circunstancias de origen diverso, por lo cual no podemos hablar de una solución universal. Sin  embargo, en estas páginas intentaremos señalar varios problemas que surgen como resultado de matrimonios mixtos, y hemos de mencionar algunas soluciones bíblicas para la mujer objeto del problema. Esta última, por lo general, lo resume en cinco palabras: “Mi esposo no es cristiano”.


SITUACIONES DIFICILES
La cuestión de los matrimonios mixtos  sigue provocando encrucijadas. Durante mis más de 20 años en el ministerio de consejos, he tratado innumerables casos de este tipo, unos más comunes que otros. Lo que sigue es una selección de variadas situaciones que dieron origen a o son resultados de matrimonios mixtos.
•Jóvenes cristianos evangélicos —mayormente señoritas— que por distintas razones se casan con quienes no comparten su fe en Cristo.
•Matrimonios de no-cristianos en que la esposa recibe a Cristo en su vida mientras que el marido permanece ajeno a la nueva fe de la mujer (oposición pasiva).
•Marido inconverso que además de no compartir la fe de su cónyuge, se opone a que la esposa practique su fe, y le impide toda conexión con la iglesia (oposición activa).
•Las actividades de muchas iglesias tienen una orientación familiar que, por razones obvias, dejan de lado a las mujeres que tienen esposos y/o familias inconversas.
•Con frecuencia las mujeres buscan orientación de pastores o líderes, quienes a veces son muy jóvenes o no están suficientemente equipados para abordar los múltiples problemas de estas damas.
•Si una de tales mujeres se hace amiga de un hombre de la iglesia, siempre surge el problema de los chismes.
•Mujeres con esposos inconversos a menudo se enamoran de un miembro de la iglesia, por lo general el pastor.
•Como contrapartida, hay pastores cuyo corazón se enternece ante una pobre mujer víctima de un esposo inconverso violento, desleal, adúltero y a veces borracho. En ocasiones el pastor cree que puede suplir la falta de compañerismo en la mujer, y termina enamorándose de ella.
•Algunas mujeres sufren del llamado “complejo de mártir” en razón de las dificultadas ocasionados por el marido no creyente.
•En innumerables casos hay que encarar el resentimiento, enojo o rencor que una mujer cristiana tiene hacia su esposo inconverso.
•Los amigos de la mujer a veces toman como propia la ofensa que ella ha sufrido por parte de su esposo, e intentan tomar partido en la situación familiar.
•Hay confusión  sobre cuál es la voluntad de Dios cuando el cónyuge es inconverso. Esto se debe a que no ha habido clara enseñanza sobre el orden bíblico para la familia.
•Existe asimismo el problema del comportamiento no bíblico de la esposa. Muchas mujeres sostienen equivocadamente: ”Si las puertas de la iglesia están abiertas, tengo que estar presente a pesar do lo que diga mi marido, a pesar de que él me prohíba asistir“.
•Además, hay que recordar a la familia que sufre las consecuencias de un esposo y/o padre que no cree en Jesucristo como su Salvador.


LOS PRINCIPIOS BIBLICOS PARA MATRIMONIOS MIXTOS
El apóstol Pedro, inspirado por el Espíritu Santo exhorta:

Asimismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus esposas al observar vuestro casto y respetuoso comportamiento. Y que vuestro adorno no sea externo: —peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos— sino que sea el ser interno del corazón, con el adorno imperecedero de un espíritu tierno y sereno, el cual es precioso delante de Dios. Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándole señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor.(1)



¿INCOMPATIBILIDAD RELIGIOSA COMO CAUSAL DE DIVORCIO?
La mujer cristiana debe tener presente que la incompatibilidad de religión entre una esposa creyente y  su marido inconverso, bajo ningún concepto justifica la disolución del matrimonio. Pareciera obvio, pero uno de los errores más comunes  es creer que la conversión al Señor Jesús da derecho al divorcio dentro de un período determinado el cónyuge no se convierte a Cristo. Sin embargo, refiriéndose a los maridos incrédulos Pedro dice con claridad: “Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados...”(2) Según el apóstol la mujer cristiana debe sujetarse al esposo aun cuando éste no crea en Cristo, aun cuando sea “desobediente”.*
Otro caso similar es el de la mujer creyente que se casa fuera de la voluntad de Dios (es decir con un inconverso). Ella cree que su arrepentimiento por haber contraído ese matrimonio incluye el derecho al divorcio para poder comenzar una nueva vida. Aunque en este pasaje Pedro se refiere en especial a las mujeres convertidas después del matrimonio, las enseñanzas se aplican también a las creyentes que optaron por casarse con inconversos. La orden divina es sujetarse y no deshacer la unión.
En tiempos bíblicos un alto porcentaje de matrimonios eran digitados, y los padres convenían de antemano el casamiento de sus hijos. En la India se dan situaciones similares todavía. A veces, por ejemplo, una muchacha cristiana no tiene voz ni voto y debe casarse con un inconverso en razón del compromiso asumido por los padres. El apóstol Pedro insiste en que la voluntad de Dios es sujetarse al marido.
Al hablar sobre el tema, el apóstol se dirige mucho más a las mujeres (1 Pedro 3:1–6) que a los hombres (sólo v.7). Es probable que el ojo profético de Pedro advirtiera que la situación sería más frecuente en las mujeres que en los hombres. No obstante otros comentaristas atribuyen la diferencia a un hecho cultural del primer siglo, época en que las mujeres poseían menos derechos. Si el hombre llegaba a conocer a Cristo primero, tenía la prerrogativa de llevar a su mujer a la iglesia sin que ella pudiera objetar. Consecuentemente los problemas resultantes no eran tan complejos.**


LA ESPOSA MARTIR QUE DEJA DE SERLO
Después de años de haber ayudado a mujeres en esta situación, he llegado a la conclusión de que desde el comienzo es imprescindible establecer metas correctas ––es decir bíblicas–– y luego mantenerlas.
Para ilustrar este punto consideremos el caso de la esposa sufrida cuyo esposo se convierte al Señor. Irónicamente, hay mujeres que ante este hecho retroceden en su vida espiritual, y a veces hasta entran en profunda depresión. ¿Qué ha ocurrido? Ellas tenían un foco de atención incorrecto. Su meta era ganar al esposo para Cristo en lugar de ser la persona que Dios deseaba de ellas ––independientemente de lo que pasara con el marido.
Algunas se concentran tanto en la meta de ganar al esposo, que este propósito acapara su vida toda. Cuando la meta se cumple, sienten que han perdido el propósito en la vida.
Otro grupo de mujeres llegan a estar cómodas en el papel de esposas sufridas y mártires. El esposo inconverso se convierte en excusa para tener un pie metido en el mundo y otro en la iglesia, y también es excusa para no profundizar su andar con el Señor. Cuando milagrosamente el marido se convierte, la inmadurez espiritual de ella queda al descubierto. Es más, se ha dado el caso de mujeres que, luego que sus esposos aceptaron a Cristo, tomaron la actitud opuesta y terminaron “convirtiéndose en inconversas”.
Ultimamente (y otros consejeros me han comentado que es más común de lo que yo pensaba) he sido testigo de casos en que, cuando el esposo se convierte en un verdadero creyente, después de tantos años de maltratos la esposa cree que el marido merece cierto castigo o que debe pagar por sus pecados. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario a la mujer: él es absuelto, perdonado, libre de culpa y cargo. Recuerdo una ocasión cuando no sospechábamos que la mujer estaba llena de resentimiento hasta que su esposo se bautizó... y ella corrió a su casa llorando de amargura, no de gozo. Según esta mujer, el esposo no había recibido el castigo que merecía.
Desde el principio pueden evitarse complicaciones si la mujer hace la distinción entre la meta (vivir con su esposo inconverso como Cristo desea, ser la clase de esposa que honra al Señor) y el deseo (ganar al esposo para el Señor). Pedro exhorta: “Asimismo estad sujetas...” La palabra “asimismo” se refiere a los versículos anteriores,(3)donde el apóstol se sirve de situaciones paralelas para instruir al pueblo de Dios sobre las actitudes, metas  y comportamientos convenientes en situaciones sociales similares. Pedro concluye esa sección de su carta citando el ejemplo del mismo Señor cuando tuvo que soportar los insultos de hombres malignos.(4)  Es entonces que aparece la palabra “asimismo” en referencia a la conducta de la mujer con su esposo inconverso.


SUJECION FEMENINA SEGUN LA BIBLIA
La mujer cristiana debe comprender las implicaciones de la sujeción bíblica.
Sujetarse es una actitud, mientras que obedecer es la acción que generalmente resulta de tal actitud. Sumisión es “reconocimiento y aceptación voluntaria de la autoridad de otra persona.” Es posible que haya obediencia sin sujeción. Sucede a menudo cuando uno obedece de mala gana, con amargura. No es ésa la voluntad de Dios ya que tanto valor tiene la actitud como la acción misma. Sin embargo, también existe la posibilidad de sujetarse (mantener una actitud piadosa) sin obedecer, y aún estar dentro de la voluntad de Dios.
La sujeción bíblica también se define como “aceptar que Dios puede perfeccionar su plan para mi vida a través de la persona que El ha puesto en autoridad sobre mí.”  La mujer debe tener confianza en que el esposo será instrumento de Dios para que en ella se cumpla la voluntad divina. A través de los años nuestra experiencia ha mostrado que, además del gozo que puede experimentar la mujer al obedecer al Señor en asuntos hogareños, ella siente alivio al comprender el significado de la línea de autoridad bíblica.*
Una tercera definición de sujeción es: “Vaciarse del yo voluntariamente, es decir crucificar el orgullo, y en su lugar tener el deseo y propósito de servir.”  Es una actitud que reconoce la autoridad que Dios le haya dado a otro a pesar de las debilidades humanas de ese otro. Sujetarse es estar libre del deseo de hacer las cosas siempre “a mi manera” Es una actitud que por lo general resulta en obediencia.

Asimismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus esposas... Porque así también se adornaban en otro tiempo la santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándole señor...(5)

La sujeción no implica inferioridad ni superioridad. Jesús gozaba de una relación íntima  con su padre, una relación al mismo nivel, y sin embargo estaba sujeto. Sujeción tampoco sugiere que uno no tenga ni comparta una opinión; eso sería negar el profundo significado de “y los dos serán  una sola carne”.(6) Sujetarse es ponerse bajo la autoridad de otro en forma voluntaria y porque Dios lo ha ordenado.


OBEDIENCIA LIMITADA VS. ILIMITADA
Muchos me han preguntado hasta qué punto una mujer debe obedecer a su marido inconverso. De acuerdo a la Escritura, creo que la esposa ha de sujetarse y obedecer mientras eso no signifique cometer un pecado personal. Dios desea que haya sujeción al esposo en tanto que ello no implique violar un principio bíblico. Algunos sostienen que ella no es responsable cuando obedece a su esposo, y alegan que ante los ojos de Dios su marido es el responsable de lo que ella hace en obediencia a él. No estoy de acuerdo. Como hija de Dios ella tiene la responsabilidad de vivir en santidad.
Cuando un esposo ordena que su esposa cristiana haga algo que, evaluado a la luz de la Sagrada Escritura, implicaría cometer un pecado, el hombre está creando un conflicto entre la autoridad de Dios y la humana. Ambas son autoridades hacia quienes la Biblia demanda sumisión.

A continuación menciono algunos ejemplos de autoridad humana en conflicto con enseñanzas divinas: (En cada caso las mujeres eran cristianas.) Un estafador en Sudamérica pidió a su esposa que participara en sus robos. Un empresario norteamericano quiso que su mujer tomara parte en una fiesta —en realidad una orgía–– donde tendría relaciones sexuales con otros hombres. Un caso difundido por televisión donde un hombre deseaba que su esposa se acostara con el jefe de él a fin de conseguir una promoción y mejor salario. Otro caso en Latinoamérica cuando un padre ordenó a su propia hija  que se hiciera prostituta para incrementar la ganancia de la casa. En tales situaciones la sumisión al esposo ––o padre–– no incluye los actos pecaminosos ––es decir que existe la libertad bíblica de NO obedecer.
Sin embargo, un entendimiento correcto de la sujeción bíblica deja en claro que no debemos usar tal libertad como pretexto para hacer el mal. La exhortación es “no uséis la libertad como pretexto para la maldad, sino empleadla como siervos de Dios.”(7)  La libertad que Dios da para NO obedecer sólo se emplea en casos en que la obediencia implique pecado, pero jamás para zafarse de un compromiso marital.
Los ejemplos mencionados resultan obvios, sin embargo no todas las situaciones son tan fáciles de discernir. Es necesario tener principios guías.
La experiencia de Sadrac, Mesac y Abed-nego (Daniel 3) nos brinda pautas de ayuda en la  decisión de conflictos morales. La situación de estos muchachos es semejante a los ejemplos anteriores. A estos tres judíos temerosos de Dios una autoridad humana les ordenó hacer algo que Dios claramente prohíbe (adorar a un ídolo) y que está en contra de sus leyes (Exodo 20:2–5). Por otra parte Dios nos exhorta a sujetarnos a la autoridad humana (Romanos 13:1–8; 1 Pedro 2:13–17; Tito 2:1). Por eso decimos que existe un conflicto moral entre obedecer la autoridad del hombre y seguir los mandatos de Dios.
Los principios que observaron Sadrac, Mesac y Abed-nego son tan contemporáneos hoy como lo eran en tiempos de Daniel.* 
Dice el profeta:

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia... Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo... Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos... Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado. Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego... Habló Nabucodonosor y les dijo: ... Ahora, pues, ¿Estáis dispuestos para que al oír... de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.(8)

1) La intención de Dios es que la autoridad divina y la humana estén en armonía, y su voluntad es que nos sujetemos a la autoridad de quienes están en eminencia (Romanos 13:1–8).
2) Cuando haya conflicto entre la ley divina y la ley humana, o entre la autoridad divina y la humana, siempre es consecuencia de que la persona que representa el poder humano se ha apartado de los límites de autoridad otorgados por Dios. Consecuentemente, obedecer semejante mandato humano (adorar al ídolo, participar de una orgía, etc.) sería violar la Palabra de Dios.
3) Si nos halláramos frente a tal dilema, no debemos dudar en obedecer la ley de nuestro Dios (Daniel 3:15, 16).
4) Cuando esa obediencia signifique oponerse a la autoridad humana, podemos contar con el poder y la protección divinos (Daniel 3:17).
5) Debemos estar preparados para aceptar las posibles consecuencias de la obediencia al Dios vivo frente al enojo, la ira y la oposición humana (Daniel 3:18).
6) Aunque en casos de conflicto como los citados debemos obedecer a Dios antes que a los hombres, la postura bíblica ––pase lo que pasare- es una actitud de sumisión y respeto a la autoridad humana -rey, esposo, jefe, dueño (Daniel 3:16).
7) Una sugerencia final (sin conexión con Daniel 3) es el principio de la sustitución. En vez de declarar un “no” categórico, es aconsejable proponer una alternativa: lograr los mismos propósitos básicos que la autoridad humana tiene en mente, pero sin violar los principios divinos. (Véase Génesis 39 y Hechos 5:21–41.)
Un buen ejemplo de este principio se encuentra en la triste historia bíblica de Amnón y Tamar (2 Samuel 13). Amnón quería forzar a Tamar a acostarse con él. Tamar, en cambio, reconociendo no sólo el pecado sino también las múltiples consecuencias** de un acto tan perverso, sugiere una alternativa que no violaría los principios divinos: el matrimonio. “... que hables al rey, que él no me negará a ti.”(9)


CUANDO LAS PALABRAS ESTAN DE MAS
La mujer cristiana no debe tratar de convertirse en la voz de la conciencia del esposo. No podemos esperar que alguien se conduzca como cristiano si no lo es. Pedro enfatiza que al esposo se lo gana para Cristo sin palabras. “De modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus esposas al observar vuestro casto y respetuoso comportamiento.”(10)
No es necesario idear trampitas evangelísticas, colocar tratados debajo de su plato a la hora de comer ni estar continuamente sermoneando. Es probable que todo ello produzca un efecto contrario. El Espíritu Santo usará la conducta de la esposa para obrar en la conciencia del marido inconverso. Esto no significa que nunca haya que testificarle. Claro que sí. La conducta de la esposa brindará la oportunidad de testificar, y ella con toda libertad podrá explicar lo que Cristo ha hecho en su vida. Tanto antes como después del testimonio mismo, lo que importa y tiene aun más peso son las acciones y actitudes bíblicas (Mateo 5:16; Gálatas 5:19–23).


CONFIDENCIAS Y CHISMES
La mujer cristiana y su vida de oración son una combinación crucial cuando el cónyuge es inconverso. Pedro dice que un esposo impío es ganado sin palabra verbal, por lo tanto una esposa creyente ha de dirigir sus palabras primordialmente a Dios.
Es muy cierto que para una mujer sufrida será beneficioso compartir su problema con otras cristianas que le ayuden a sobrellevar la carga (Gálatas 6:2), pero debemos hacer algunas advertencias. En primer lugar, ello nunca debe ocupar el lugar de la oración. Las confidentes cumplirán con la ley de Cristo sólo cuando ayuden a sobrellevar las cargas, no al entrar en chismes, calumnias u otros pecados comunes a estos casos (aunque a veces se cometan de manera inconsciente). Para prevenir estas desviaciones hay que utilizar discreción y discernimiento al escoger a las confidentes. Como resultado de los chismes, muchos esposos tienen que hacer frente a la vergüenza y el bochorno de saber que la mitad de los miembros de la iglesia conocen los problemas matrimoniales de la pareja. Mi consejo es tener un máximo de dos compañeras que se comprometan a sobrellevar las cargas y a orar. Deben ser mujeres maduras en la fe, tal vez mayores de edad, que también puedan instruir a la esposa en problemas.(11)


SANTIDAD Y RELACIONES INTIMAS
La mujer cristiana debe sujetarse sexualmente a su esposo inconverso. El fundamento bíblico “Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos”(12) incluye los asuntos sexuales. Desafortunadamente muchas mujeres cristianas hoy día alegan: Ya que soy cristiana no debo... no osaría... usted sabe, Jaime... una mujer santa no debe tener relaciones sexuales con su esposo inconverso.  Existen muchos conceptos erróneos acerca del significado de una vida santa. Admito que la sexualidad es un tema delicado, pero es imprescindible hablar con claridad.
Mencionaré tres cuestiones comunes que, a menudo, hemos enfrentado en el ministerio de orientar a la gente.

1) El esposo es inconverso e infiel a su mujer, y ésta pregunta: “¿Tengo que seguir sujetándome sexualmente?” No encuentro ninguna indicación bíblica que permita a una creyente comportarse en forma no-bíblica debido a que su esposo está en pecado sexual. Mientras la pareja esté viviendo bajo el mismo techo, continúa en vigencia el siguiente principio:

Que el esposo cumpla su deber para con la esposa, e igualmente la esposa lo cumpla con el esposo. La esposa no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino que el esposo es el que la tiene. Y asimismo, el esposo no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, pero la esposa sí la tiene.(13)

2) El esposo pide algo fuera de lo normal en las relaciones íntimas. En la actualidad muchos hombres inconversos (lamentablemente también algunos cristianos ) llenan sus mentes de material pornográfico; tienen conversaciones de tono subido con sus compañeros y amigos e imaginan que les falta algo en la vida íntima. Como resultado piden a sus esposas actos sexuales no convencionales (me refiero a las relaciones íntimas entre ambos, sin la intervención de terceras partes). ¿Tiene que sujetarse la esposa?  Aunque esta cuestión necesitaría una respuesta detallada, en estas páginas resumiremos diciendo que si el requerimiento del esposo no produce daño físico (que sí sería el caso del sadomasoquismo) ni viola un principio bíblico (homosexualidad, bestialidad, adulterio, etc.) la Biblia declara que el lecho matrimonial está sin mancilla.(14)

3) El esposo ha contraído una enfermedad venérea, por lo general como resultado de sus relaciones sexuales extramatrimoniales. Sin embargo, desea  tener relaciones intimas con su esposa. ¿Ha de sujetarse sexualmente una mujer cristiana sabiendo que su esposo está infectado con tal enfermedad contagiosa? Hay que tomar en cuenta tres verdades: a) el cuerpo humano es el templo del Espíritu Santo;(15)  b) el mal venéreo no perjudica sólo a la presente generación sino también a la siguiente;  c) lo más factible es que la infección haya sido contraída por adulterio (tal vez incluso con una prostituta). Por lo tanto, creo que una esposa cristiana, en esas circunstancias, tiene la libertad de no consentir las relaciones sexuales. Ella debe reanudar el contacto sexual con su esposo siempre y cuando él tenga puebas médicas de que se haya curado y de que la enfermedad ya no sea contagiosa.*


¿CELOS DE LA IGLESIA?
La mujer cristiana no debe provocar a celos al esposo. El apóstol dice con claridad que el marido es ganado para Cristo por el comportamiento casto.(16)   Muchas veces en el Nuevo Testamento la palabra griega que aquí se traduce “casto”, es traducida “puro”.(17) Esa conducta casta y pura hace referencia a la batalla mental de algunas mujeres cuyos esposos no son de Cristo. Ella se siente tentada a comparar al esposo con los hombres de la iglesia e incluso con el pastor. Sin embargo, debe estar alerta a fin de que su esposo no tenga motivos para sospechar infidelidad marital ni sienta que sus obligaciones conyugales se están debilitando. Como las actividades de la iglesia a menudo hacen que la esposa esté fuera de la casa, quizá el hombre se sienta tan celoso de la iglesia como de otro hombre.
“Pero mi esposo no me deja ir a la iglesia,” exclamó dolorida una mujer que vino a pedir consejo. Sin duda estamos ante una situación que choca con un mandato bíblico inequívoco “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”.(18) En primer lugar, recomiendo a la mujer que vive este drama hacer un inventario de su tiempo, a fin de saber con exactitud cuánto está fuera de la casa atendiendo los asuntos de la iglesia. Es posible que haya provocado los celos de su esposo por pasar demasiado tiempo en la iglesia. Si así fuera, sería aconsejable trazar un plan bíblico que abarque tiempo con su familia y además comunión y edificación en la iglesia local: 
1) Revisar —Biblia en mano— las prioridades de la vida.
2) Asegurarse de mantener actitudes bíblicas en el hogar y estar libre de resentimiento.
3) En oración y con sabiduría establecer qué reuniones o actividades de la iglesia serán más beneficiosas para la vida espiritual, y darles prioridad. (Es posible que la mejor alternativa sea asistir a encuentros fuera del templo, como un té de damas o una reunión hogareña. Hay muchos hombres que sólo se oponen a las reuniones formales en el templo mismo.)
4) Luego de pasar tiempo en oración, ir directamente al esposo y solicitarle permiso para asistir a la actividad de la congregación. En caso de haber pasado más tiempo del razonable en los asuntos de la iglesia, comenzar pidiendo perdón al marido por esa negligencia.
5) Vivir cada día mostrando al esposo que él tiene un lugar prioritario en la pareja. La experiencia demuestra que, por lo general, cuando un esposo percibe que él está primero en las prioridades de su mujer (aunque en realidad el Señor esté primero -Mateo 6:33), y cuando advierte que Dios está convirtiendo a su mujer en una esposa más dedicada, una amante más fervorosa, una madre más sabia y una persona más auténtica, ese marido permitirá que su esposa asista a algunas reuniones.


miércoles, 9 de septiembre de 2015

Cambiaron la verdad de Dios en mentira, y reverenciaron y sirvieron a la criatura antes que al Creador...Los que practican tales cosas son dignos de muerte; no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Estudiemos para enseñar a nuestros discípulos
Romanos  1: 24-32
24      Por esto Dios los entregó en las concupiscencias de sus corazones a la inmundicia,             para que deshonraran sus mismos cuerpos entre sí.
25      Éstos cambiaron la verdad de Dios en mentira, y reverenciaron y sirvieron a la                       criatura antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
26      Por eso Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus hembras cambiaron           el uso natural por el que es contra naturaleza,
27      y del mismo modo también los varones, dejando el uso natural de las hembras, se               encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos varones            con varones, y recibiendo en sí mismos la debida recompensa de su extravío.
28      Y como no quisieron reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para            hacer cosas que no convienen,
29      estando atestados de toda injusticia, perversidad, avaricia, maldad; colmados de                   envidia, homicidio, contienda, engaño, malignidad.
30      Murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios,                             jactanciosos, inventores de cosas malas, desobedientes a los progenitores,
31      necios, desleales, sin afecto natural, despiadados;
32      quienes, habiendo entendido el pronunciamiento de Dios: que los que practican tales          cosas son dignos de muerte; no sólo las hacen, sino que también se complacen con             los que las practican.


CONSECUENCIAS DEL RECHAZO 
ROMANOS 1:24–32



Por causa de su decisión de suprimir la verdad, Dios les dejó seguir por su camino. Les permite sufrir las consecuencias lógicas de su decisión. Por lo tanto, su estilo de vida se caracteriza por deseos impuros (1:24–25), pasiones vergonzosas (1:26–27) y pensamientos rebeldes que se gozan en toda clase de injusticia y maldad (1:28–32). En realidad son los síntomas del problema verdadero: EL hombre ha rechazado la autoridad del Creador sobre su vida, y se ha rebelado contra la verdad que se conoce acerca de El.

Pablo describe la reacción de Dios a esta rebeldía con la expresión: “Dios los entregó…” Se repite tres veces en 1:24, 1:26 y 1:28. En cada caso se presenta como una consecuencia lógica de la conducta humana.

En el primer caso, se nos indica que en vez de reconocer lo que el Creador había hecho y agradecérselo, los hombres se hicieron necios y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por las criaturas corruptibles. Frente a tal necedad, Pablo declara: “Por lo cual también Dios los entregó…” (1:22–24).

En el segundo caso, se señala que los hombres cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron a las criaturas en vez de adorar al Creador. Al contemplar este cuadro, Pablo dice: “Por esto Dios los entregó…” De nuevo se nota que ésta es la consecuencia natural de lo que ellos habían hecho (1:25–26).

En el tercer caso, se observa que ellos no estaban dispuestos a reconocer a Dios. Pablo explica que como ellos no querían tener en cuenta a Dios, El los entregó… (1:28).

La expresión “Dios los entregó” implica que Dios les dejó seguir en su camino hasta llegar a la consecuencia natural de ese estilo de vida. Mucha gente toma esa actitud hoy en día también. Dicen: “¿Por qué no nos deja Dios en paz para que hagamos lo que nos dé la gana?” En este caso Dios acepta la propuesta. Les deja ir hasta llegar al final de su camino.

 Si los hombres desean vivir de esta manera, ¿por qué es que se presenta como un juicio proveniente de Dios el que se les permita seguir en su camino? ¿Por qué es un castigo dejarles tener lo que persiguen?
 Estudie 1:24–32. Haga una lista de las consecuencias de este juicio de Dios. ¿Qué actividades y actitudes caracterizan a los hombres que han rechazado la verdad que Dios les ha revelado?

Deseos Impuros 1:24–25
La idolatría religiosa produce resultados negativos en la vida práctica del hombre. En todas las religiones del mundo, los hombres ponen la mirada en el dios que verdaderamente siguen y tratan de imitarlo. En el caso de los dioses paganos, la mitología describe dioses y diosas que vivían para satisfacer los deseos sexuales y otros placeres personales. No se manifiesta que tuvieran ninguna preocupación por la moralidad ni por el bienestar de los demás.

Los seguidores de esos dioses imitan su ejemplo. Viven para el placer. No aprecian el valor de su cuerpo, ni se interesan por los propósitos del Creador que los formó. No se preocupan por el bienestar de su prójimo, a quien desprecian como un “objeto” que sólo sirve para saciar sus deseos. Cada uno busca satisfacer sus propios deseos, y nada más.
Esta descripción es adecuada tanto para los tiempos de Pablo como para la época actual. La característica de una sociedad degenerada es que sólo vive para su placer. Es una consecuencia lógica de la actitud del hombre que quiere vivir sin tomar en cuenta a Dios.


Pasiones Vergonzosas 1:26–27


La segunada consecuencia natural del rechazo de la verdad y la adoración a las criaturas, es que Dios entregó a la humanidad a pasiones vergonzosas. Cambiaron el uso natural del cuerpo y la atracción física que Dios había diseñado por la perversión sexual.

Desde los primeros capítulos de Génesis hasta la actualidad, se observa en los hombres el mismo patrón de comportamiento hacia la depravación espiritual. Empieza no tomando en serio las advertencias de la Palabra de Dios. Esta actitud crece hasta llegar a ser un rechazo total de la Palabra divina y, al final, del Dios que la dio.

Al no hacerle caso a Dios, la vida personal comienza a corromperse empezando con algunos pecados e injusticias aislados, hasta llegar a una franca rebeldía. Parece que la perversión sexual, especialmente manifestada por el abandono del deseo normal por el sexo opuesto para buscar satisfacción con compañeros del mismo sexo, es la evidencia final del proceso degenerativo.

Al llegar a este extremo, la degeneración provoca la caída del pueblo involucrado. Este modelo se ha repetido desde Sodoma y Gomorra hasta Roma. Al observar las condiciones del mundo actual, ¿será que tarde mucho la destrucción de otra gran civilización?

Actos Desobedientes 1:28–32
La tercera consecuencia de no querer tomar en cuenta a Dios es una mente depravada que se dedica a un estilo de vida que no conviene (1:28). Se presenta una lista de las actividades y actitudes que caracterizan esta clase de vida (1:29–31). El cuadro no es muy agradable. Sin embargo, describe con precisión la forma de vida del mundo en el cual vivimos. Estos son los frutos que producen los mejores esfuerzos del hombre natural (Gál. 5:19–21).

Al evaluar la lista de actividades y actitudes de los que no quieren someterse a Dios, se nota que no todas las características se consideran graves. Algunas parecen ser ofensas pequeñas. Sin embargo, debemos fijarnos en que todas ellas manifiestan abiertamente que el mundo vive egoístamente. A la humanidad entera sólo le interesa satisfacer sus propios deseos. No le interesa el bien de los demás. A pesar del aparente valor que se da a la tan proclamada libertad, el mundo pronto llegará a ser insoportable para todos porque nadie tolera que se le trate con desprecio.

La gente que vive de esa manera, sabe que anda mal y que merece el juicio de Dios (1:32). ¿Se fijó en la actitud de tales personas? Aunque profesan creer que no hay Dios y que cada uno debe vivir como quiere, saben muy bien que sus obras son malas. No son ignorantes. Lo hacen a sabiendas de que están mal y que algún día tendrán que rendir cuentas por lo que han hecho.

A pesar de saber que sus hechos merecen el castigo divino, no se contentan con hacer tales cosas, sino que aprueban a quienes viven así. Parece que existe una competencia entre ellos para ver quién puede jactarse de cometer el pecado más exagerado y perverso. Se felicitan unos a otros por los excesos que cometen siguiendo ese camino.

¡Algún día pagarán las consecuencias de su pecado! Mejor dicho, en un sentido ya las están pagando. Aunque cada uno se goza en lo que hace, nadie quiere ser víctima del maltrato de los demás. El problema es que en un mundo así, tarde o temprano, todos llegan a ser víctimas los unos de los otros, o esclavos de su propia maldad.

DIOS LOS ENTREGO
A SUFRIR LAS CONSECUENCIAS
DE SU PROPIA DECISION

 Compare la condición del hombre descrito en este pasaje con el estilo de vida del hombre moderno. En base a la explicación de Pablo presentada en el pasaje, ¿qué conclusiones podemos sacar en cuanto al estado del ser humano en la actualidad?
 ¿Qué posibilidad hay de que un hombre en esta situación pueda ganarse la salvación? ¿Por qué?
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viernes, 28 de agosto de 2015

Juan, a la verdad, bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo después de no muchos días

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
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Preparemos sermones Expositivos
Los Hechos de los apóstoles
Hechos 1:1-5

Promesa acerca del Espíritu Santo
1 En el primer relato  escribí, oh Teófilo,  acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. 3 A éstos también se presentó vivo, después de haber padecido, con muchas pruebas convincentes. Durante cuarenta días se hacía visible a ellos y les hablaba acerca del reino de Dios. 4 Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen el cumplimiento de la promesa  del Padre, "de la cual me oísteis hablar; 5 porque Juan, a la verdad, bautizó en  agua,  pero vosotros seréis bautizados en  el Espíritu Santo después de no muchos días." 


LOS HECHOS de los APÓSTOLES

Introducción

A. IMPORTANCIA

El Libro de los Hechos tiene un lugar único en el Nuevo Testamento. Constituye el eslabón lógico entre los Evangelios y las Epístolas. Uno tendría mucha dificultad para leer y comprender las Epístolas de Pablo sin el fondo provisto por Los Hechos. Dos o tres ejemplos en 1 Tesalonicenses ilustrarán pronto el asunto. Pablo dice que él y su compañero habían “antes padecido y sido ultrajados en Filipos” (1 Ts. 2:2). Hechos 16:19–24 describe el trato vergonzoso. 

En otra ocasión Pablo escribe: “Por lo cual, no pudiendo soportarlo más, acordamos quedarnos solos en Atenas y enviamos a Timoteo… para confirmaros” (1 Ts. 3:1–2). Al leer Los Hechos descubrimos que Timoteo se unió al grupo en Listra en el segundo viaje misionero de Pablo (Hch. 16:1–3). También leemos en el capítulo 17 cómo Pablo fue forzado a abandonar Tesalónica y Berea por causa de la persecución de los judíos y se fue a Atenas. De allí volvió a enviar a Timoteo a Tesalónica. 

El Libro de los Hechos nos da asimismo el marco histórico para las epístolas paulinas (con excepción de las pastorales). Es la primera historia escrita de la iglesia, aunque sólo cubre un período de 30 años (30–61 ó 62 D.C.).


B. AUTOR

La voz universal de la iglesia primitiva declara que Hechos fue escrito por Lucas. Esto es especialmente significativo porque Lucas sólo se menciona tres veces en el Nuevo Testamento. Era común en la segunda y tercera centurias atribuir evangelios apócrifos, Los Hechos y varias epístolas a diversos apóstoles, pero no a un hombre desconocido. Esto es por sí solo un argumento fuerte en favor de atribuirle la paternidad literaria del Libro de los Hechos a Lucas.

Las tres referencias a Lucas están en las epístolas paulinas. En Filemón 24, Pablo incluye a Lucas en la lista de sus colaboradores. En Colosenses 4:14 habla de él, “como Lucas el médico amado” y en 2 Timoteo 4:11, escribe: “Sólo Lucas está conmigo.” Estas Escrituras demuestran que Lucas era compañero de Pablo, que era médico y que sólo él estaba con Pablo al finalizar sus días, probablemente atendiéndole como médico. La evidencia externa de que Lucas es el autor es adecuada. 

Grant escribe acerca del testimonio de Ireneo sobre Los Hechos en la primera parte de la segunda centuria: “No sólo usó, sino que proveyó la prueba clásica de que fue escrito por Lucas; la detallada información dada en los pasajes en que el sujeto es ‘nosotros’ (Hch. 16:9–18; 20:5–21:18; 27:1–28:16) indican que fue escrito por un compañero de Pablo que fue con él a Roma; este compañero tiene que haber sido Lucas, prisionero con Pablo en Roma (Col. 4:14) y más tarde (2 Ti. 4:11).” El Fragmento Muratorio (ca. 200 D.C.) dice:

  Además, los hechos de todos los apóstoles fueron escritos en un libro. Lucas los condensó para el más excelente Teófilo, porque los eventos individuales sucedieron en su presencia—como claramente lo demuestra omitiendo la pasión de Pedro, tanto como la partida de Pablo cuando este último salió de la ciudad [de Roma] para ir a España.

La evidencia interna, aunque no tan definida, es fuerte. Su punto básico nos lo da Ireneo, como ya hemos visto. Los pasajes en que el sujeto es nos (o nosotros) prueban que el autor de Los Hechos era compañero de Pablo. Existe un acuerdo casi universal entre los eruditos del Nuevo Testamento de que estos pasajes muestran tal unidad de estilo y de lenguaje como para indicar que la totalidad del libro fue evidentemente escrito por la misma persona. De los compañeros de Pablo mencionados con mayor preeminencia en sus epístolas, sólo faltan dos que no están citados en Hechos, Tito y Lucas. Cuando hay que elegir entre estos dos hombres, podemos dejar que la iglesia primitiva decida el asunto a favor de Lucas.

Otra evidencia interna necesita ser mencionada. En 1882, Hobart publicó un libro en el cual afirmaba que hay bastante empleo de lenguaje médico en el Evangelio de San Lucas y en Los Hechos para probar que el autor de estos libros tuvo que ser un médico. Harnack, el gran erudito alemán, prestó un fuerte apoyo a esa tesis. Después que él mismo hiciera su vigorosa investigación sobre el tema, escribió: “La evidencia es de fuerza abrumadora; de modo que para mí, no puede existir duda de que el tercer evangelio y el Libro de los Hechos de los Apóstoles fueran escritos por un médico.” 

Zahn declaró: “W. K. Hobart ha probado a satisfacción de cualquiera que esté dispuesto a evaluar la evidencia, que el autor de la obra de Lucas estaba familiarizado con el lenguaje técnico de la medicina griega y de esto se deduce que era un médico griego.” Moffatt sintió que el estudio de Harnack “ha demostrado esto de modo sumamente conclusivo”.6 A. B. Bruce, escribiendo sobre los Sinópticos en The Expositor’s Greek Testament toma la posición de Hobart en su comentario del Evangelio de Lucas.

Oponiéndose directamente a esto, Cadbury aseveró que Hobart estaba equivocado y que no hay evidencias de un lenguaje técnico médico en los libros de Lucas y Hechos. El escribió: “Es dudoso que su interés [el de Lucas] sobre las enfermedades y su curación excediera al de sus compañeros evangelistas u otros contemporáneos que no eran médicos, al mismo tiempo que las palabras que comparte con otros escritores médicos se encuentran también ampliamente en otra literatura griega para hacernos suponer que provienen de un vocabulario profesional.”

Con todo el respeto que a este escritor le merece la erudición de su antiguo profesor en la Universidad de Harvard, él no puede estar de acuerdo con esta categórica declaración. Aunque Hobart fue demasiado lejos en sus conclusiones, hay un residuo innegable de evidencia de que el autor del tercer evangelio y de Los Hechos muestra la perspectiva de un médico. 

El autor concuerda con Major cuando dice: “Sin embargo hay pasajes en los escritos de Lucas de los que no podríamos decir que prueban, sino que sostienen la hipótesis de que el autor era un médico.” En igual vena, Wikenhauser, después de notar que el “argumento lingüístico en sí mismo” no prueba que “sólo un médico pueda haber escrito los dos libros”, sin embargo añade: “A pesar de eso, la tradición no necesita ser abandonada, y todavía puede ser sostenida porque el autor manifiesta familiaridad con la terminología médica.”9

C. LUGAR DE ESCRITURA

Hay una tradición de que Lucas escribió Los Hechos en Acaya (Grecia). Pero parece más exacto asumir que lo hizo en Roma, donde él termina su libro (Hch. 28:16–31).

D. FECHA

En el siglo XIX muchos eruditos pretendieron que Hechos fue escrito a mediados de la segunda centuria. John Knox propuso ese criterio en años recientes. Pero pocos lo han apoyado. Moffatt sostiene que fue alrededor del año 100. Más popular ha sido el criterio de Goodspeed y Scott,14 de que Hechos fue escrito alrededor del año 90 D.C. Ambos creen que Lucas es el autor. Zahn creyó que la mejor fecha era la de 75 D.C.

Por otra parte, Harnack arguyó enérgicamente en favor de una fecha anterior al 70 D.C., “quizá tan temprano como el principio de la séptima década de la primera centuria”, es decir, poco después del 60 D.C. Torrey piensa que el tercer evangelio fue escrito alrededor del año 60 D.C. y Los Hechos, poco después. 

Parece razonable pensar que Lucas escribió su evangelio en los dos años que Pablo estuvo prisionero en Cesarea—o que por lo menos reunió sus materiales en esa época; y el Libro de Los Hechos durante el cautiverio de dos años que Pablo pasó en Roma. Esa es la deducción más natural sacada del hecho de que la historia termina en ese punto. Eso nos haría creer que el libro fue escrito alrededor del año 62 D.C.

E. PROPÓSITO

La escuela de críticos en Tubinga, Alemania, sostuvo en la última parte del siglo XIX que el propósito de Hechos fue reconciliar a los partidos de Pablo y de Pedro existentes en la iglesia que, por decirlo así, estaban a punta de espada mutuamente. Pero esta teoría “tendencista” ya ha sido abandonada a la luz de escudriñamientos de tiempos después. De hecho, Henshaw llega hasta a decir: “La investigación ahora ha refutado completamente esa teoría.”

Generalmente es sostenido por los eruditos actuales que el prefacio al Evangelio de Lucas (1:1–4) se aplica también a Los Hechos. Si es así, el propósito primitivo, como se declara allí, era que Teófilo pudiera “conocer bien la verdad de las cosas en las cuales había sido instruido”. Una lectura del libro mismo parece apoyar claramente la aserción de Clogg de que el objeto de Lucas era demostrar: “(1) El poder que poseyeron los apóstoles mediante el Espíritu Santo… (2) La expansión gradual de la iglesia, parcialmente numérica mediante este poder de los apóstoles, y parcialmente geográfica.”

Kirsopp y Silva Lake sugieren un triple propósito que quizá formara una declaración más adecuada del caso. Ellos declaran que entre los motivos para escribir el libro, estaban:

  a. Un deseo de probar la inspiración y dirección sobrenatural concedida a la iglesia el día de Pentecostés… b. Un deseo de demostrar que los mejores magistrados romanos nunca decidieron contra los cristianos… c. Un deseo puramente histórico de demostrar cómo la iglesia dejó de ser judía y llegó a ser helénica, porque los judíos rechazaron y los griegos aceptaron el mensaje de salvación.

F. TEXTO

Es necesario decir unas palabras acerca del texto de Los Hechos. Tiene algunos rasgos distintivos que no se encuentran en ningún otro libro del Nuevo Testamento.

Los eruditos han distinguido por lo general cuatro tipos de textos en el Nuevo Testamento. El primero es el texto Bizantino encontrado en la mayor parte de los manuscritos tardíos. Este sirvió de base al llamado Textus Receptus empleado en la versión inglesa King James. Es casi consenso univeral que este es el más pobre de los textos griegos.

El mejor de los textos es el que Westcott and Hort llamaron el texto Neutral (no editado). Este nombre, que causa tantas preguntas, ha sido abandonado casi completamente en la actualidad en favor de una designación más apropiada, el texto Alejandrino. En general éste se encuentra en los dos grandes manuscritos de la cuarta centuria, el Vaticano y el Sinaítico. Solamente los manuscritos papiros de partes del Nuevo Testamento son más antiguos que estos dos. Los traductores modernos emplean este texto que se basa en los más antiguos manuscritos.

El tercero de los textos es conocido con el nombre de texto Occidental y se encuentra en el codex de Beza (designado como D), desde la quinta centuria y también en la antigua versión Latina del Norte de Africa.

La cuarta familia más recientemente identificada por los eruditos es denominada texto Cesareano. El gran problema que confrontan los eruditos textuales es el interrogante de cuál, si es que hay alguna, de estas versiones occidentales representa las tradiciones genuinas. Pero parece dudoso que alguna de hecho pertenezca al texto original. Una comparación completa de los textos del Vaticano y el de Beza, con varias notas, puede encontrarse en el tomo III de Beginnings of Christianity (Comienzos del cristianismo).

Bosquejo Didáctico

          I.      Introducción, 1:1–26
      A.      Los Cuarenta Días, 1:1–11
      B.      Los Diez Días, 1:12–26

          II.      Testificando en Jerusalén, 2:1–7:60
      A.      Los Testigos Predicando, 2:1–47
      B.      Los Testigos Realizando un Milagro, 3:1–26
      C.      Los Testigos Perseguidos, 4:1–22
      D.      Los Testigos Orando, 4:23–37
      E.      Los Testigos Perseguidos, 5:1–42
      F.      Los Testigos Progresando, 6:1–7
      G.      Los Testigos Condenados a Muerte, 6:8–7:60

          III.      Testificando en Judea y en Samaría, 8:1–12:25
      A.      Testificando en Samaría, 8:1–25
      B.      Testificando al Eunuco Etíope, 8:26–40
      C.      Un Testigo Convertido, 9:1–31
      D.      Testificando en Judea, 9:32–43
      E.      Testificando a los Gentiles, 10:1–11:30
      F.      Testigos Perseguidos, 12:1–25

          IV.      Testificando al Mundo Gentil, 13:1–28:31
      A.      Chipre, 13:1–12
      B.      Asia Menor, 13:13–14:28
      C.      Concilio de Jerusalén, 15:1–35
      D.      Nuevamente en Asia Menor, 15:36–16:10
      E.      Macedonia, 16:11–17:15
      F.      Grecia, 17:16–18:17
      G.      Asia 18:18–20:38
      H.      Viaje a Jerusalén, 21:1–16
      I.      Jerusalén, 21:17–23:35
      J.      Cesarea, 24:1–26:32
      K.      Viaje a Roma, 27:1–28:16
      L.      Roma, 28:17–31

Sección I Introducción

Hechos 1:1–26

El primer capítulo de Hechos es una introducción para todo el libro. Los “hechos” realmente comienzan en el capítulo 2 cuando el Espíritu Santo invistió y dio poder a los apóstoles y a otros para obrar efectivamente. El primer capítulo constituye un eslabón entre el Evangelio, finalizando en la ascensión y los comienzos de la historia de la iglesia en Pentecostés.

El contenido consiste en una breve declaración de lo que sucedió entre los 40 días desde la resurrección de Cristo y la ascensión (1–11) y la única descripción que tenemos de lo sucedido durante los 10 días entre ésta y Pentecostés (12–26). De este modo el primer capítulo es de gran significado histórico.

  A.      LOS CUARENTA DÍAS, 1:1–11

Aunque está insinuado que Jesús aparecía de tiempo en tiempo durante los cuarenta días (véase el diagrama B), aquí sólo se mencionan dos de esas apariciones. En la primera (4–5) El les manda aguardar la promesa del Espíritu Santo. En la segunda (6–9) El les da la promesa de poder para santificar.



    1.      El mandato (1:1–5)


Este párrafo propiamente puede ser llamado el prefacio o prólogo del Libro de los Hechos, aunque algunos restringen el prólogo a los dos primeros versos. Quizá esta sea la mejor conclusión: “Hechos comienza con una transición más que con un prefacio.” Generalmente es sostenido por los eruditos novotestamentarios de nuestra época que el prefacio de Lucas 1:1–4 tuvo el propósito de servir de prólogo al Libro de los Hechos.

Lucas se refiere inmediatamente al primer tratado (1). La palabra griega primer es protos, que en el griego clásico era empleada para el primero de tres o más artículos o párrafos. Esto ha hecho que algunos crean que Lucas se había propuesto escribir un tercer libro. Ellos sienten que esto ayuda a explicar por qué Hechos termina en forma tan abrupta. Pero la mayoría de los eruditos modernos concuerdan con Lumby quien escribe: “El uso de protos para el primero de dos cosas no era extraño en las últimas épocas del griego.” Como ejemplos de ello en el Nuevo Testamento tenemos: Mateo 21:28; 1 Corintios 14:30; Hebreos 8:7, 9:15; Apocalipsis 21:1. 

El empleo de “primero” por “anterior” es común en nuestro idioma actual. El término griego tratado es logos, traducido “palabra” en 218 de las 339 veces que se repite en el Nuevo Testamento. Aquí sólo se ha traducido “tratado”. Pero este empleo está justificado por Jenofonte (siglo IV A.C., quien habla de un “libro” de su Anabasis como un logos. El primer tratado es sin duda alguna el Evangelio de Lucas, que también está dedicado a Teófilo.

El Evangelio de Lucas y el Libro de los Hechos son las obras más extensas del Nuevo Testamento. Juntos constituyen una cuarta parte de su contenido. Es probable que los límites de estos dos libros fueron establecidos por el hecho de que era impráctico hacer un rollo de papiro de más de 12:5 metros de longitud. Lucas y Hechos ocuparían cada uno 11 metros—¡un rollo bastante incómodo!

El nombre Teófilo (“amante de Dios”) se encuentra sólo aquí y en Lucas 1:3 donde se le llama excelentísimo (véase el comentario al respecto). Algo se ha especulado sobre la razón de la omisión del título aquí. Blaiklock menciona tres razones posibles: “Un aumento en la profundidad de la amistad, el abandono de su oficio, o la conversión al cristianismo.” Pero quizá la sugestión más simple sea que Lucas no vio la necesidad de repetir su título.

Lucas dice que en su primer tratado, él escribió acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar. Algunos eruditos modernos han llegado a negar que la palabra comenzó tenga algún significado, sosteniendo que se trata de un mero auxiliar semítico—comenzó a hacer equivale a poco más que “hizo”. Pero F. F. Bruce objeta correctamente a ese punto de vista. El interpreta la cláusula, como lo hacen muchos otros comentadores: “Como el Evangelio nos enseña lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar, así Los Hechos nos dicen lo que El continuó haciendo y enseñando por su Espíritu en los apóstoles, después de su ascensión.”

La doble expresión a hacer y a enseñar atrae la atención a los dos principales aspectos del ministerio de Jesús—sus obras y sus palabras. Ambas tenían la capacitación divina.

Lucas indica que en su primer tratado, el evangelio que lleva su nombre, él había descrito las obras y palabras de Cristo hasta el día en que fue recibido arriba (2). Es un hecho sorprendente que el Evangelio de Lucas, y sólo en éste, el relato termine con una descripción de la ascensión.

Después de haber dado mandamientos. Es un participio en griego, “habiendo mandado”. Sería mejor traducido en singular “habiéndoles dado mandamiento” (ASV). Esto se refiere a la gran comisión (Mt. 28:18–20) que fue el mandamiento final de Cristo a sus discípulos.

Padecido (3) es sólo usado aquí en el Nuevo Testamento para aludir a los sufrimientos y muerte del Señor. Las primitivas versiones inglesas tienen esta palabra en una media docena de lugares, siguiendo en ello a la Septuaginta que reza passio (gr., pathema, “sufrimiento”).

Se presentó (3) es la mejor versión. Literalmente, “El se puso al lado de ellos” en su aparición de post-resurrección, de tal manera que ellos no pudieran dudar que era El (cf. Lc. 24:30–31).

Pruebas indubitables es una sola palabra, “pruebas” (ASV), pero es un término enérgico (tekmerion), que se encuentra solamente aquí en el Nuevo Testamento. Significa “señal segura, prueba positiva”. Thayer la define como “evidencia indudable, una prueba, algo de lo cual se está seguro por completo”.9 Arndt y Gingrich dicen que significa: “Prueba convincente y decisiva”, pudiendo traducirse la frase, “por muchas pruebas indubitables”.

Apareciéndoseles durante cuarenta días quiere decir que Jesús apareció a sus seguidores de cuando en cuando durante ese período (véase el diagrama B) como vemos por los relatos de los evangelios. Este es el único lugar en el Nuevo Testamento donde se ha declarado la extensión de su ministerio después de su resurrección.

El tópico de la conversación de Cristo durante esos 40 días fue el reino de Dios. La frase, que se encuentra frecuentemente en los evangelios, significa el reinado o gobierno de Dios en los corazones de los hombres. Sin duda Jesús les habló de la naturaleza espiritual del reino. Pero la verdad penetró con mucha lentitud. Que todavía los discípulos consideraban el reino como si fuera algo político lo demuestra la pregunta del verso 6: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?

Estando juntos (4) en griego es una sola palabra (synalizomenos). Cadbury y Lake adoptan una versión alternativa encontrada en Eusebio, synaulizomenos, que significa: “pasemos la noche juntos.” Esta es base evidente para la versión “estando con ellos” (RSV). Probablemente sea una mejor traducción lo que se lee en la margen de las versiones inglesas: “comiendo con ellos.” Esto ha sido favorecido por C. S. C. Wilson en su traducción, “participando de la comida con ellos”.

Mandó no es la misma palabra en griego que encontramos en el verso segundo (leer el comentario respectivo). Abbott-Smith indica que la palabra empleada en el verso primero “señala más bien a los contenidos de un mandato”, mientras que la que tenemos ahora es empleada “especialmente para transmitir orden de un comandante militar”. Los discípulos no estaban todavía adecuadamente preparados para la mayor ofensiva contra el enemigo. De modo que su General les dio la orden de esperar (lit., “permanecer allí, cerca”) hasta que fueran llenos del Espíritu Santo para poder realizar su comisión.

El mandato de que no se fueran de Jerusalén sugiere que los discípulos estaban planeando su retorno a Galilea. Los líderes judíos de Jerusalén habían llevado a la muerte a su Maestro y naturalmente era de esperar que persiguieran a sus seguidores. Además, los ángeles en la tumba vacía les habían mandado decir, por medio de las mujeres, que debían encontrarse con su Señor resucitado en Galilea (Mt. 28:7; Mr. 16:7). Jesús se había encontrado allí con ellos (cf. Mt. 28:16–20; Jn. 21:1–14). Por lo tanto parecía lógico que los discípulos retornaran a ese lugar.

Pero su Maestro tenía otros planes para ellos. El les ordenó que esperasen en Jerusalén la promesa del Padre; es decir, la promesa dada por el Padre (cf. Is. 44:2–5; Ez. 39:28–29; Jl. 2:28–29). Esta es una promesa, la cual oísteis de mí (cf. Lc. 24:49; Jn. 14:16, 26; 15:26). Rackham nota que el “súbito cambio del lenguaje indirecto al directo (les dijo no está en griego) es característico del estilo dramático de San Lucas”.

La declaración del verso 5 corre estrechamente paralela a las palabras de Juan el Bautista halladas en Mateo 3:11, Marcos 1:8; y Lucas 3:16. Exactamente como Jesús repitió el texto principal de la declaración de Juan (cf. Mt. 3:2; 4:17), ahora aquí hace eco a la primitiva declaración del Bautista. El vigoroso énfasis sobre el bautismo del Espíritu Santo, como algo que es mayor y más esencial que el bautismo del agua, anticipa el impulso central del Libro de los Hechos. Cualquier forma de cristianismo que descuide el bautismo del Espíritu Santo es incompleta y prepentecostal. 

De hecho no ha cumplido la predicación de Juan el Bautista. Sin este bautismo no habría Libro de los Hechos y como consecuencia no habría iglesia cristiana en la actualidad. Sin el bautismo del Espíritu Santo en la experiencia personal no hay capacitación adecuada para una vida victoriosa y servicio efectivo.

La última cláusula del 5 dice literalmente: “No muchos días después de estos.” Williams comenta: “El curioso orden de palabras… puede ser una forma aramea (Torrey y Burney) o posiblemente un latinismo (Blass).” Probablemente signifique: “no muchos días después de hoy.”16

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